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En los años sesenta muchos españoles se marcharon a Alemania para poder trabajar. Luego España entró en la UE. Parecía que nos equiparábamos, que no habría diferencias, incluso pasamos a compartir moneda. España creció y nuestros mandatarios sacaron pecho. Pero la base de tanto crecimiento era frágil. La crisis económica mundial puso a cada uno en su sitio. España no sale del pozo porque no tiene vigas en las que agarrarse. Alemania vuelve a crecer, retoma el pulso porque tiene una base en la que impulsarse y lo que para ellos ha sido una gripe para nosotros es una neumonía que nos tiene en la UCI. Ahora algunos españoles, menos, han vuelto a emigrar a Alemania para trabajar. En el caso de Menorca, el maná germano llega a la inversa. Aplaudimos que las vacaciones de los alemanes que sí trabajan (7,3 por ciento de tasa de paro) nos vayan a aportar un respiro estival y un millar de empleos muy temporales. Desde el sector turístico piden un esfuerzo para que seamos cordiales y fidelicemos a estos "guiris" de Berlín y alrededores. Pues yo pido otro. Háganse amigos de los alemanes, intenten entenderse con ellos, familiarícense, invítenlos a comer a casa. El objetivo sería que nos explicaran cómo lo hacen, a ver si así aprendemos a hacer las cosas bien sin pensar solo en salvar los muebles pasado mañana. Y a ver si así, de cerca, se nos pega algo.