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Le persiguió: Cristóbal Torrent embistió dos veces con el coche contra la motocicleta en la que iba Joan Mascaró. Los expertos de la Guardia Civil desmontaron ayer la versión del acusado del crimen de Ferreries quien habló de un accidente fortuito. Las huellas en el parachoques del coche demuestran que el 17 de enero de 2013 el acusado dio dos fuertes golpes a la moto en apenas 50 metros. El primero no derribó al vehículo, pero sí lo hizo el segundo. Después, Torrent se bajó e inició un ataque con un cuchillo y un hacha.

Los forenses reconstruyeron en la segunda jornada del juicio cómo fue esa agresión. Mascaró pudo utilizar su casco para parar y desviar algunos golpes hasta que una puñalada le atravesó el brazo. Después el agresor le clavó el cuchillo por la espalda. Esa última herida fue clave al afectar a los pulmones, si bien otras tres de las 17 que tenía fueron graves.


Heridas

Otro detalle letal para le tesis del acusado es lo superficial que eran las heridas que tenía. En su declaración dijo que actuó en legítima defensa. Sin embargo, los forenses lo descartan. Tenía unos cortes leves en las manos que achacaron a una maniobra durante la agresión y una herida superficial en el pecho. Esa pequeña incisión, según Cristóbal Torrent, fue una puñalada que le tiró la víctima. Para la Guardia Civil y los forenses lo más probable es que fuera él mismo quien se la causó.

La defensa y la Fiscalía defienden también que el acusado actuó en medio de un estado mental de obcecación. Los forenses y los psicólogos que le examinaron también ponen en duda esta posibilidad. A su juicio, como mucho Torrent pudo tener afectada de forma menor su capacidad para decidir pero, en todo caso, sabía lo que hacía. Describen que padece un trastorno de la personalidad con rasgos obsesivos y que tenía una fijación con la víctima. Dentro de esa mentalidad que llamaron primitiva encaja su mala reacción a su divorcio. «No sabe perder», explicó uno de los forenses. Ahora es una persona que sí puede ser peligrosa para su ex mujer hacia la que ha trasladado la hostilidad que sentía hacia Mascaró.

Los testigos que le vieron la mañana en la que cometió el crimen coincidieron en que le vieron normal, un poco nervioso pero como siempre. La última persona que le vio fue un amigo suyo que tuvo que ayudarle a arrancar el coche porque no tenía batería. Éste dijo que días antes le había preguntado dónde podía conseguir una escopeta.