Christian A. D., en el centro de la imagen, este lunes por la tarde, mientras esperaba la llegada del cuerpo sin vida de su compañero | Javier Coll

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Con voz quebrada, chándal y una camiseta de Salvamento Marítimo, Christian, un jubilado francés de 61 años, aguardaba ayer tarde en un hotel de Maó una llamada de esperanza que, al cierre de esta edición, no se había producido, además de la llegada de su hijo desplazado desde su lugar de residencia, Embrun, en plenos Alpes franceses. Una herida en la frente era otra de las señales del episodio dramático que había vivido apenas 21  horas antes en altamar. «Me siento culpable porque era mi barco y porque cuando Serge me pidió venir conmigo en esta travesía yo le dije que sí; quizás yo podía haber hecho algo más pero la realidad es que ahora yo estoy aquí sentado hablando con usted y él está en el mar».

Recuerda Christian que «salimos de Saint Tropez el viernes a las 12, paramos en Cavalier y veníamos a Maó para luego ir a Melilla, de ahí a las Canarias donde debía sumarse mi hijo y luego cruzar el Atlántico hasta las Antillas Francesas». Añade que era la hora del relevo «y le había dicho que se pusiera el chaleco pero no lo llevaba; tenía puesta mucha ropa de abrigo y, quizás, por eso no se lo había colocado todavía. Entonces cuando ya estaba en cubierta, llegó un golpe de mar, el barco se escoró y él se fue al agua. Traté de arrancarlo pero el motor estaba atascado, di la vuelta pero con las olas y la oscuridad a los 20 segundos lo perdí de vista; le lancé cuerda y lo que encontré para que se agarrara y le gritaba '¡Serge, Serge!', pero no se veía nada». Fue entonces cuando avisó por radio y satélite para pedir ayuda «y en 45 minutos ya tuve un barco al lado. Quiero agradecer el gran trabajo de quienes me rescataron a mí, cuando el barco ya se llenaba de agua, y de los helicópteros que no han cesado de buscar».

Serge, soltero y sin hijos, indica Christian, «es fuerte y buen nadador pero si no aparece antes de la segunda noche, ya será muy difícil aunque yo aún tengo esperanza».