El pozo al que cayó el obrero está en una habitación de la planta baja de esta vivienda | Gemma Andreu

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Pensó que era su final, que iba a morir cuando acabó en el fondo del pozo, de 40 metros de profundidad, por el que cayó de repente cuando el suelo cedió bajo sus pies en la planta baja de una vivienda de la calle Des Molí, de Maó, en la que trabajaba junto a dos compañeros de la constructora Fernández Nájera.

E.N.Z., de 45 años, natural de Ecuador en principio, milagrosamente, solo sufrió una pequeña fractura en el rostro y varias erosiones cutáneas, policontusiones y un proceso de hipotermia debido a su contacto con el agua. «Me ha dicho que pensaba que se moría y que no iba a salir de ahí, y me ha dado las gracias por lanzarle la cuerda, todo fue como un milagro», explica el gerente de la empresa, Pedro Fernández, quien llegó al lugar del accidente apenas cinco minutos después de que ocurriera porque estaba trabajando en una obra de la calle Madrid, a pocos metros de distancia.

Los bomberos actuaron con rapidez y eficacia, aunque el rescate duró al menos una hora y media. «La suerte acompañó porque existía el peligro de que cediera más suelo alrededor del pozo», explica el sargento de Maó, Bep Lluís Bosch. Utilizaron material de rescate, una polea y un polipasto manual que reduce en una tercera parte el peso de la persona a la que se remonta. El bombero que bajó pudo colocarle el arnés tras asegurarse que estaba en condiciones de ser rescatado de la forma como lo hicieron y, desde arriba, sus compañeros comenzaron a levantarlos en una acción bien coordinada.

Un pozo con más de 100 años

El pozo oculto por el que se precipitó el obrero en la calle Des Molí, de Maó, es uno de los existentes en los alrededores de la ciudad con una antigüedad de entre 100 y 150 años, apunta el arquitecto Joan J. Gomila. «Solían tener 40 metros de profundidad y los utilizaban los payeses para los huertos que había en lo que entonces eran las afueras de Maó, y la calle Bellavista era una entrada a varias fincas y huertos». Normalmente estos pozos están secos porque excavaciones posteriores más profundas en las proximidades hicieron que el agua fuese hacia ellas, aunque en este caso deben haber existido filtraciones cercanas por las que ha llegado el agua sucia hasta el fondo.

Gomila indica que por lo general se sabe donde se encontraban estas albercas, y recuerda que por ejemplo, en la calle Santa Eulàlia existen al menos otros dos de similares características.

Baltasar Seguí: «Me decía que lo sacara rápido, por favor, que no podía más»

Reparte el mérito con sus compañeros y con el superior que decidió que fuera él quien bajara a rescatar al herido, pero está claro que Baltasar Seguí, de 43 años, bombero desde hace 15, exjugador del Sporting Mahonés, es el héroe de este rescate. «Todo salió bien, cada uno en su lugar».

'Balta' descendió los 40 metros, se introdujo en las aguas sucias hasta el cuello, y le colocó el arnés al obrero que había podido sacar medio cuerpo al agarrarse a una pequeña repisa en la pared lateral, empujándole hacia arriba. «Fue más difícil porque no hacía pie, el olor era horrible, había muchas cucarachas y apenas sitio en el que sujetarse para hacer fuerza», relata. El bombero admite que a medida que bajaba y comprobaba la profundidad «pensaba que me lo encontraría destrozado, fue un milagro que estuviera bien; debió caer de pie en el agua y eso evitó que se dañara más».

Lo primero fue tranquilizarle, «porque cuando llegué me decía que lo sacara rápido, por favor, que no podía más». Una vez comprobado que las piernas le respondían decidió la manera más apropiada para subirlo, «le dije que si colaboraba todo iría rápido y saldríamos de allí los dos». Le colocó el casco, el arnés y todo se agilizó. Este ha sido su rescate más difícil, y subraya que «los bomberos de aquí tenemos que saber hacer de todo pero sería necesario que pudiéramos especializarnos como en otros sitios para atender mejor casos tan complicados como este».