La estampa excepcional del Prat de Lluriac hace sacar la cámara a más de un excursionista. | Josep Bagur Gomila

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Las nubes se reflejan en las aguas renovadas del Prat de Lluriac. El humedal es uno de los 80 hogares temporales de anfibios, insectos, plantas y aves que la naturaleza tiene repartidos por la Isla y que, tras las lluvias de las últimas semanas, rebosan de exuberancia. Estos días quien los visita constata cómo se han revitalizado este tipo de ecosistemas tan vulnerables y a la vez tan esenciales para el mantenimiento de algunas especies.

Las balsas de agua han sido las que más se han beneficiado de las precipitaciones, seguido de las zonas húmedas como la Albufera des Grau, que vuelve a conectar con el mar al subir un metro de nivel. Eran los lugares que más lo necesitaban, como comenta el biólogo y director en funciones del OBSAM David Carreras, quien hace hincapié en lo bien que han caído los alrededor de 250 litros por metro cuadrado para que se recuperen los ecosistemas acuáticos de las balsas. La bassa verda en La Vall o la de Corniola (Ciutadella) además de lucir espléndidas estos días, seducen al excursionista por su proximidad a yacimientos prehistóricos y por su distinguida diversidad botánica y biológica. La charca de Penyes d'Egipte, por ejemplo, está considerado un lugar de interés comunitario, porque, aparte de su belleza singular, sirve de refugio y de alimento a aves como el milano real, en peligro de extinción en Balears. En sus aguas crían otras especies amenazadas como la ranita meridional, uno de los anfibios más pequeños de Europa, y en ellos florece la única población conocida en las Balears de hierbas acuáticas como la Myriophyllim alterniflorum.

Las zonas boscosas, tanto las próximas a las playas como las de interior, han notado también los efectos de la lluvia, además de los campos de cultivo, donde ha llegado como agua de mayo. Pero para medir cómo afectará a los acuíferos se tendrá que esperar, al menos, dos años, avisa Carreras: «No se recargan inmediatamente sino que el agua puede tardar hasta tres años en filtrarse a los embalses subterráneos». No sería extraño que a lo largo de 2017 se registrara una bajada del nivel de los acuíferos, que corresponderá a los dos últimos años de sequía. Lo que sí se puede afirmar es que gracias a las lluvias abundantes de este mes aumentan las probabilidades de que, al menos, se vuelvan a registrar los valores normales de precipitaciones, en torno a 600 litros por metro cuadrado al año.

«No singifica que se resuelvan los problemas de sequía»

El meteorólogo Agustí Jansà augura un 2017 de reequilibrio meteorológico, pero con reservas. Las intensas precipitaciones, de 250 litros por metro cuadrado, contrastan con los datos de años anteriores y son no solo esperanzadores, sino un caso excepcional. No se veían estos datos desde hace 40 años, en la década de los 70, que se caracterizó por ser de las más lluviosas, como explica. Que esto tenga una continuidad a lo largo del año y permita recargar los embalses y los acuíferos ya no es tan probable porque «lo normal en el clima mediterráneo es la variabilidad y se seguirán dando este tipo de contrastes» de épocas de abundantes lluvias y de sequía, que además se acentúan debido al cambio climático. Aún así para el mes de febrero la previsión apunta por ahora a que las lluvias se normalizarían y las temperaturas serían algo más elevadas que en enero y, para este primer trimestre del año, se confirmaría la normalización.