Una mujer posa junto a «Pilar Alonso» y su frondosa decoración | Josep Bagur Gomila

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Los festivales florales no son una cosa exclusiva de la primavera. El otoño también tiene su encanto y sirve «para mostrar otra gama de colores», defiende José Manuel García, concejal de Dinamización Económica y Fiestas, cuando habla de la nueva versión de Maó+Flors, una propuesta que arrancó ayer en la ciudad con la compañía del buen tiempo.

El festival, un clásico en el municipio de cada mes de mayo, se ha visto obligado este año a moverse en el calendario como consecuencia de la pandemia. Pero el Ayuntamiento, recuerda García, cuyo departamento comparte la organización con el área de Cultura, siempre apostó por aplazar antes que cancelar. Y así ha sido finalmente, aunque para ello se haya tenido que modificar ligeramente el formato habitual.

Con el objetivo de evitar riesgos innecesarios, los organizadores han dejado los espacios interiores para apostar todo a la decoración exterior. Una decisión que ha sido del agrado de las floristerías que cada año participan en la cita y que se han volcado en la ornamentación de las estatuas y esculturas que habitan en la ciudad, el gran reclamo de Maó+Flors 2020.