El pregonero, Fernando-Luis Marimón, junto al alcalde de Es Castell, Lluís Camps | Gemma Andreu

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Confiesa Fernando-Luis Marimón Morán que tiene un problema, y es que duerme mal por las noches «y en vez de tomar pastillas, arreglo el mundo». En los últimos días, en lugar de esa complicada actividad, ha dedicado las horas de insomnio a preparar el pregón de las fiestas de Sant Jaume, y no ha sido una tarea fácil la de resumir toda una vida en media hora.

En una cita en la que no faltaron los tradicionales ‘gegants’, la Plaça Esplanada se llenó para escuchar el pregón

El encargado de abrir oficialmente las fiestas de Es Castell tiró este sábado de oficio para dirigirse a los vecinos de la localidad que a la noche se reunieron en la Plaça Esplanada para escuchar su historia. Lo hizo con la naturalidad que le caracteriza, sin prácticamente leer y con un pequeño guion como única ayuda. «Soy profesor y eso implica que te tienes que saber el tema, yo solo tengo que explicar lo que he vivido», reconocía antes de subir al estrado para cumplir con un encargo que supone un halago.

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Honor que en un principio rechazó pero que acabó aceptando como signo de agradecimiento. Y es que en el fondo el pregón de «el hijo de Juanito y Trini», como al le gusta que le conozcan más allá del señor Marimón, juez de paz del municipio para más señas, fue un canto a la amistad. Pero un reconocimiento no solo a sus amigos, sino también a los muchos compañeros de trabajo que ha tenido a lo largo de su historia y también a los alumnos que ha tenido: «Yo también he aprendido mucho de ellos», reconoce.

imagen del alcalde de Es Castell, Lluís Camps, entregando el título de Castellufa del año a Antonio Fortuny Jordi, de la tienda Can Bepis

Como es habitual en los pregones, el de este sábado también fue un ejercicio de mirar al pasado y, de paso, apelar a la nostalgia. Hizo Marimón un repaso a su relación con el pueblo al que tan ligado se siente a lo largo del paso de los años, recordó cómo su familia llegó al municipio y cómo comenzaba las clases como alumno en Maó y terminaba el curso en Es Castell. Habló también de su trayectoria profesional, de su dedicación al mundo de la enseñanza. Todo ello salpicado con su toque de humor característico, que nunca viene mal para enganchar al público. «Los profes tenemos un séptimo sentido para saber cuándo una persona se aburre», reconocía también antes de subir al estrado.

Miembros de la Asociación de Tiro al Plato recogiendo su reconocimiento

Un elemento que casa perfectamente con la alegría de las fiestas que están a punto de comenzar, pero que tuvo que repartir su protagonismo con la emoción que siempre lleva consigo la memoria y el riesgo de que brote alguna lágrima. Al final el mensaje llegó envuelto en toda esa felicidad que transmite Marimón, quien confía en que si se dejó algo en el tintero en la próxima reencarnación le propongan de nuevo ser pregonero para cumplir con su misión.