El aula de ciencias del instituto Josep Maria Quadrado se convirtió este lunes en un campo de pruebas para explorar las posibilidades de una de las técnicas más revolucionarias de los últimos tiempos, el sistema de edición genética CRISPR | Josep Bagur Gomila

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Confiesa Emma Febrer, profesora de Biología del IES Josep Maria Quadrado, que en bachillerato «a veces es difícil» hacer prácticas en el aula y más si estas están relacionadas «con la genética molecular o la biotecnología». Es por ello que celebra que haya iniciativas como Amgen TrasnferCiència, programa que este lunes llegó al centro educativo de Ciutadella para fomentar el aprendizaje y las vocaciones científicas en esos campos. «Seguramente muchos de nuestros alumnos acaben haciendo carreras de ciencia y se acordarán de lo que es un Crispr y que lo vimos en clase», vaticina la docente.

Estamos hablando de un sistema, por explicarlo de una forma muy rápida, diseñado para cambiar o editar piezas de ADN en una célula con fines curativos. Herramienta por la que Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier recibieron en 2020 el Premio Nobel de Química, un tándem de investigadoras que apunta a que la ingeniería genética tiene el potencial de solucionar los mayores problemas de la humanidad.

El grupo de alumnos, tras haber abordado la parte teórica la semana pasada por videoconferencia,  recibieron este lunes la visita de Laura Jiménez, investigadora del Centre Nacional d’Análisi Genòmica, para meterse de lleno en un caso práctico. ¿El objetivo? «Averiguar si con el método CRISPR el caso particular de un paciente con fibrosis quística sería un buen candidato para la terapia», explica. Así afrontaron una mañana que arrancó con los cálculos preliminares para descifrar ese enigma en el laboratorio. Un ejemplo de lo que en el futuro podría ser un día cualquiera en la vida de los ahora estudiantes.

Buscar la motivación

Pero más allá del resultado que se puede conseguir con los casos prácticos, el objetivo, por el momento, explica Jiménez, es otro. «Básicamente lo que pretendemos es motivar a los alumnos» y acercarles al mundo de la biotecnología y la genética, campos de «gran futuro», más aún si se lleva al área de la bioinformática, «la parte más computacional de esa forma de investigación».

El programa, organizado por la biotecnológica Amgen y la Fundació Catalana per a la Recerca i la Innovació (FCRI), pretende mejorar el aprendizaje, y eso es algo que agradecen sus principales beneficiarios, los alumnos. Estamos hablando de jóvenes que rondan los 16 años y que pese a que han escogido una rama de estudio no han decidido aún cuál será su camino. Ese es el caso de Quim Caballero: «Está siendo una buena experiencia, y cosas como esta te pueden ayudar a encontrar una vocación», reflexiona el joven. Al respecto, una compañera, que aún no se ha decidido entre medicina o la psicología, define la clase práctica de este lunes «como algo muy interesante», ya que es una toma de contacto con algo que tiene «mucho que ver con lo que quieres estudiar».

El apunte

Laura Jiménez: «Aún faltan muchas mujeres en la parte más tecnológica»

Laura Jiménez es una investigadora que forma parte del programa Amgen TransferCiència desde hace años. «Yo de pequeña siempre había querido ser profesora, y luego me decanté por la rama de la ciencia», explica. A su juicio hay suficiente gente que se dedica a su profesión: «Ocurre que al ser un campo tan grande, hay muchas disciplinas», aunque en muchos casos con una «mayor presencia de hombres».Explica que en la parte experimental «hay bastantes mujeres, pero aún faltan muchas en la más tecnológica». La científica sostiene que la motivación propia es clave para escoger carrera, pero que programas como en el que participa suponen un buen incentivo.