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Entre tanto derrotismo, constatada cierta pérdida de capacidad para ilusionarnos, surgen siempre destellos de luz. El ser humano, débil y quebradizo en muchas situaciones, ha sabido encontrar a lo largo de su historia referentes, liderazgos, gestos, que han sabido sacarle de la postración.

Con el título de «Rebelión a bordo» me refería en esta misma tribuna hace unas semanas a ciertos movimientos que presagiaban un cambio en nuestra sociedad. Ya citaba una positiva reacción del mundo universitario e insinuaba la aparición de otra procedente del mundo de la Justicia. Más preocupado yo por las gentes de armas, hablaba de una rebelión cívica, positiva, desde luego en nada portadora de más preocupaciones que las que ya sufrimos.

La lección hoy nos la ofrece un importante colectivo de jueces y magistrados que han hecho público un manifiesto de nueve páginas firmado el pasado 13 de enero por 1.400 de ellos. Durante unos días se habló del «movimiento de unos 600» sobre el que se echaron botes de humo inmediatamente. Intuyo las trabas que se han puesto a su difusión en estos dos meses. Lo que ellos llaman «movimiento activo» emana del foro telemático judicial celebrado en octubre de 2008 y creo que desde entonces han peleado «por conducto reglamentario» sin conseguir nada. Cuando saltan los fusibles, es que han fallado todos los sistemas preventivos. Hablan de dignidad, hablan de despertar conciencias. Firmemente apoyados en el mandato constitucional (Artº 117.1) que los consagra como «independientes y sometidos únicamente al imperio de la ley» denuncian un «insaciable afán del poder político por controlar a su controlador», más sentido a partir de la Ley organica del Poder Judicial de 1985, que consiguió «derribar el principal muro de protección constitucional de esa independencia». Citan como ejemplos el que el Jefe del Ejecutivo adelantase el nombre de quien debía presidir el Consejo General del Poder Judicial antes incluso de que se convocase el pleno que debía elegirlo, o las duras descalificaciones que el Parlamento de Castilla-La Mancha dirigió a una juez de Guadalajara «por su actuación jurisdiccional en un asunto en el que aparecían implicados diversos cargos públicos de la Administración gobernante». Dos poderes, ejecutivo y legislativo, que infieren gravemente en el judicial. El «oasis» político perfecto. ¿Quién puede meterse conmigo si presido una cámara legislativa? ¡Pero, si los he nombrado yo!

Prueba de que los «manifestantes» aciertan, lo ratifica la valiente nota del Consejo del Poder Judicial de estos días, clamando por esta independencia.

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He analizado con calma y enorme respeto el amplio y bien documentado manifiesto, con la mente puesta en nosotros, los militares. Donde los jueces hablan de Ley Orgánica yo leo Ley de la Carrera Militar, la que ha obligado a presentar miles de recursos a gente disciplinada y leal, poco acostumbrada a buscar justicia fuera de sus cuarteles o navíos. Donde los jueces hablan de absorción de competencias, o de progresiva ocupación de espacios, parece que están hablando de nosotros, porque entendemos de injerencias, porque sabemos lo que son dignidades heridas, porque sabemos cómo se ningunean las decisiones colectivas de los consejos superiores, cómo se transforman reconocimientos a militares en reconocimientos políticos, cómo se hace de nuestras condecoraciones moneda de cambio o amiguismo político. «La grave preocupación que nos lleva a efectuar el presente manifiesto» que denuncian los jueces es similar a la que arrastramos nosotros en muchos terrenos.

A las Fuerzas Armadas no nos concede la Constitución las prerrogativas de independencia que concede al poder judicial. Tenemos clara nuestra dependencia y la asumimos voluntariamente con respeto. Pero hay muchos conceptos que esgrimen los togados que nos son comunes como servidores del Estado.Y vibramos como ellos. Nunca tantos militares se habían asomado a las páginas de la prensa. Una asociación de militares escritores que preside el general Alonso Baquer agrupa hoy a cerca de 200 profesionales en activo y en la reserva o retiro. Es frecuente hoy,encontrar reflexiones brillantes de un Pérez Alamán, de Jorge Ortega, de Muñoz Grandes, del almirante Tafalla,de Martínez Isidoro, Ayala, Narro, Feliu, Pedro Baños, Pitarch y un largo etcétera, que ofrecen un amplio abanico de opiniones técnicas, apoyadas generalmente en amplios conocimientos y experiencias. La revista «Atenea» integra plumas de prestigio tanto del mundo militar como del universitario y periodístico. Es un esfuerzo titánico en tiempos de crisis, pero eminentemente necesario ante el amarillismo político de las bien dotadas revistas oficiales.

¡Bien por los que denuncian cómo se desmantelan órdenes de valores, sean togados, doctores o uniformados! Bien por decirlo sin crispaciones, sin crear más traumas a nuestra sociedad. Los 1.400 jueces podrían muy bien ser 1400 capitanes y suboficiales u otros tantos profesores universitarios. ¡Siempre son sanas las sacudidas de conciencia! Siempre se enriquecen las sociedades capaces de asumir críticas. Nosotros llamamos «lecciones aprendidas» a las extraídas generalmente de nuestros errores. ¡Es momento de aprender la lección de nuestros 1.400 togados!

Artículo publicado el 11 de marzo de 2010 en www.larazon.es