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No generó demasiada aprobación en las entrañas del Pavelló Menorca la manifestación de optimismo que trasladó el entrenador, Paco Olmos, en sus declaraciones a este diario la pasada semana. Tamaño entusiasmo en torno a las opciones del equipo para alcanzar el ascenso por la vía del play off corría el riesgo inmediato de un nuevo batacazo en cuanto el grupo pusiera los pies fuera de la Isla. Y así sucedió ayer, lamentablemente, en Inca.

La derrota, aliada perenne de un grupo que es más perdedor que ganador, devuelve mil y una dudas al propio vestuario y a la afición que sufrió ante el televisor el ridículo de su equipo impotente para competir frente a un rival inspirado pero menor. Ni técnico ni jugadores supieron evitar un descalabro doloroso desde el primer al último minuto del partido que no se corresponde al nivel de esta plantilla, ¿o es que tampoco es suficiente como para ganar al Mallorca?

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A cuatro encuentros para la conclusión de la Liga regular, los hechos irrefutables que definen su trayectoria en esta Liga definen que el equipo menorquinista ofrece bastantes garantías para competir en la Isla ante cualquier rival. Pero esos mismos hechos reflejan que más allá del perímetro insular este grupo es menos fiable que un barquito de papel en medio del océano. Sólo cuatro victorias a domicilio ante rivales de medio pelo, salvo el Burgos, y todas ellas en la primera vuelta, no generan ninguna credibilidad ante lo que viene por delante.

Dando por sentado que la clasificación no se va a escapar, tras el nuevo ejercicio de impotencia en el derbi cualquier aspiración suprema para la segunda fase, ahora mismo, se antoja una auténtica utopía salvo que este equipo demuestre lo contrario y se transforme por completo en el play off. Y la verdad, visto lo visto, parece muy poco probable.