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Poco más del canto de un duro faltó para que el Menorca Bàsquet ofreciera una alegría oportunísima al entristecido entorno en el que se mueve la sociedad insular. No corren buenos tiempos, y que un equipo de la tierra hubiese sido capaz de arrodillar al rey del baloncesto europeo en Maó habría supuesto un subidón de adrenalina ideal para encarar el gris porvenir que aparece por delante.

Fue, posiblemente, la mejor puesta en escena del equipo de Paco Olmos que jugó sin presión y supo apurar al campeón, cuyo error fue proponer un partido ante el colista y no un partido de baloncesto de tú a tú. Solo el arreón final fundamentado en su desbordante calidad le permitió evitar un susto descomunal.

La entrada más floja. Aunque parecía impensable, fue el partido con menos aficionados en las gradas.

"Disfrutemos del baloncesto" rezaba la pancarta quincenal de la Penya Forera. Una buena propuesta para convivir con la situación hasta el final del campeonato suceda lo que suceda. Y así fue. Lástima que la rebosante actuación menorquinista coincidiera con la peor entrada de la temporada. ¡Quién habría previsto tantísimos huecos en la grada ante el Barça cuando se consumó el regreso a la ACB!. Nadie. La corriente pesimista que ha enojado al entrenador, Paco Olmos, reflejo del rastro de derrotas que deja el equipo y su posición en la tabla, unidas a la obligación de pasar por taquilla, provocó el insospechado aspecto de Bintaufa en la cita más esperada de la Liga. Sería conveniente que los responsables del club meditaran un poco más la decisión de hacer pagar a los abonados en un partido como éste en función de la marcha del equipo. El resultado fue decepcionante.

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Pero quienes acudieron disfrutaron. Vaya si disfrutaron. Aplausos al equipo en su aparición y en su retirada. Rostros de cierta pesadumbre entre ejecutivos y dirigentes al comprobar la respuesta menor de la afición, y entusiasmo durante el encuentro porque la actuación, esta vez, no decepcionó a ninguno de los asistentes. Ni al reducido grupo de catalanes de la Penya Barcelonista Meritxell que ubicaron su bandera y la senyera independentista catalana en una de las esquinas del Pavelló.

La animación del simpático grupo de discapacitados y las ovaciones individuales y colectivas al equipo en los tiempos muertos y al final del partido coincidiendo con un triple sobre la bocina de Limonad, contribuyeron a crear una atmósfera olvidada.

Fue, en suma, una buena sesión matinal de las que le quedan al plantel y a la afición hasta el final del campeonato sea cual sea su destino final, ahora más que próximo al descenso. Mejor no perderse ninguna más.