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Desembarcó Paco Segarra hace poco más de tres años en Menorca surgido de la nada como mecenas continuista de su amigo, Antonio Gomila. Ideas claras y ánimo renovado para triunfar donde otros antes habían pinchado en hueso.

Lo hacía, explicó en su presentación en el restaurante La Minerva, por deseo exclusivo de presidir un club de fútbol, sin ningún otro propósito comercial o empresarial, argumentando que su aseada situación financiera le permitía destinar una buena partida de euros a la primera entidad futbolística de la Isla.

Ese planteamiento acorde con el mundo feliz de 'Alicia en el Pais de las Maravillas', aunque añada otras propuestas para realizar inversiones de ámbitos dispares como buen emprendedor que es, lo ha cumplido para inmensa felicidad del sportinguismo aunque el capricho o su plausible filantropía le han salido caras. A este catalán de rostro agradable le han brotado más arrugas de las debidas en los últimos tiempos.

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"Llevo un mes sin dormir", aseguró ayer. A última hora, tras apurar al límite el pago de la deuda a los jugadores buscando una ayuda institucional imposible, aludió a Peter Pan como salvador milagroso, alguien de su entorno –quizás, él mismo aunque lo negara.

Ese plan B lo contemplaba de alguna u otra forma para salir del atolladero en el que se había metido. No es Segarra el culpable del estado deudor del Sporting pero sí es su responsable. Nadie le obligó a poner lo que ha puesto en tres años. Un hombre agradable y listo como él, debía haber advertido en este tiempo que Peter Pan habita en el país de Nunca Jamás donde el tiempo no corre y nadie envejece. Aquí, en la realidad insular, resulta que el Sporting carece de instalaciones dignas, tiene una masa social que no casa con la categoría en la que milita y es un club dependiente de una sola persona, y esa no es una estrategia solvente ni a medio ni a largo plazo. Porque más allá de Campanilla, o hadas madrinas, hay demasiados Garfios que han obstruido sus ideas románticas (o no tanto) que pasan por convertir a Menorca en un referente para grandes clubes nacionales, bien como plataforma para forjar a sus jóvenes valores, o bien cono centro para la realización de concentraciones, eventos o fases de pretemporada.

Ayer Segarra disparó a todo lo que se movía, pero con preparada estrategia, dejó fuera de la diana a los nuevos moradores Populares de las instituciones. Y algunos de sus tiros tenían fundamento. No es de recibo el retraso en el inicio de las obras, en las que el presidente ve la solución a toda la precariedad del club, pero tampoco lo es reclamar tratos de favor en la Federación si estás denunciado agravios comparativos con otros clubes de la Isla, en este caso el Menorca Bàsquet, de una dimensión incomparable, hoy por hoy, al Sporting. Por su inversión y por su empeño, Segarra merece ayuda, sí. Pero que deje el Pais de nunca jamás y regrese a la cruda realidad.