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Llegados a este punto quizás sea apropiado remontarse en el tiempo y evocar lo sucedido en el Sporting Mahonés hace casi dos décadas. Guarda la situación actual no pocas similitudes con la que vivió el club a principios de los 90. Aquél declive progresivo producto de la desaparición de los recursos económicos acarreó un desenlace traumático que hoy debería permitir a la entidad mahonesa anular los errores que la condujeron a una larga y costosa travesía por el desierto hasta ponerla al borde de la desaparición.

Gaspar Melsión era el Paco Segarra de hoy. El empresario mahonés lo fue todo en el club desde su fundación y gracias a su determinación y a su generosidad el Sporting ascendió a Segunda B en 1987 y se mantuvo en la categoría durante seis campañas. Melsión cuadraba los balances con sus propias aportaciones año tras año pero, como sucede ahora con Segarra, un día dijo basta porque no podía continuar echando mano a su bolsillo. El equipo se menorquinizó y perdió la categoría apenas un año después con una deuda sangrante. Sólo el auxilio de los héroes de este club, exdirectivos, directivos que todavía continúan hoy, y el propio Melsión, el Sporting malvivió durante muchos años mientras éstos se hacían cargo de los pagos mensuales para que la entidad subsistiera.

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Fue una época negra de la que salió el club de la noche a la mañana por obra y gracia del empresario mahonés Antonio Gomila. Éste devolvió al Sporting todo su esplendor en Tercera División y, tras cuatro años aún sin haber obtenido el ascenso, cumplió su mandato y lo dejó en manos de Segarra, eso sí, limpio de cualquier lastre económico.

La experiencia no debería caer en saco rato. Un paso atrás, en ocasiones, puede suponer un kilómetro lejos del precipicio que aguarda a la vuelta de la esquina.