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Si Paco Segarra no elimina las telarañas de su otrora generoso bolsillo o aparece un mirlo blanco de los de antaño, -Peter Pan o Campanilla- en el último momento, el Sporting Mahonés protagonizará el próximo fin de semana el capítulo más vergonzoso de sus 37 años de vida.

Las penurias de esta entidad históricamente agraviada por las instituciones, nunca antes le llevaron al borde de un precipicio como el que aparece a menos de una semana vista si no lo remedia algún componente milagroso. No merecen sus fieles seguidores que el único club de la Isla que ha paseado su nombre por la geografía nacional en los últimos 25 años, en dos etapas distintas en una categoría profesional de fútbol, quede ahora a la altura del betún.

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La asamblea de hace dos semanas sólo permitió colocar un parche tan insuficiente como irreal porque los socios no pueden costear la plantilla de aquí a final de Liga y 200 euros por cabeza para cada integrante de la plantilla es tanto como casi nada. Intuido y ahora conocido oficiosamente, el desarraigo de la Administración Pública hacia los clubes de élite, la única alternativa a la 'realidad cero' de este Sporting sería el hallazgo de un patrocinador como deslizaba el presidente semanas atrás. Esa negociación no avanza y el desplome parece más cerca que nunca.

Segarra, que ya ha perdido el favor de los profesionales, sacó de donde fuera los 150.000 euros el 30 de junio para evitar el descenso y disparó contra administraciones, prensa y afición. Su artillería va camino de arrojar un sólo damnificado, el propio club, si pasa por una huelga y es desalojado de la Liga. Que nadie deje de valorar el más del millón de euros que ha destinado al club a fondo perdido, según presentó en la asamblea. Pero suya será también la responsabilidad de tan vergonzosa situación por no haber renunciado entonces cuando otros sí lo hicieron.