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El deporte insular está inmerso en una proceso de transformación que le conduce inexorablemente a un reajuste obligado para adecuarse a sus posibilidades reales prescindiendo de cualquier tipo de soporte institucional, como ha sucedido en los años de bonanza más recientes.

Si hace apenas tres temporadas Menorca podía presumir de ser la Isla del Deporte por la ingente presencia de clubes en categorías de élite, tanto en fútbol como en baloncesto, voleibol u otras disciplinas más minoritarias, hoy la objetividad se instala en nuestro territorio. Aquél brote exitoso que marcó la época dorada del deporte menorquín no se corresponde con la demografía de la Isla. Y así ha sucedido.

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Ahora, en esta readaptación al recurso tipo, se trata de perseguir una lectura positiva, incentivadora, más ilusionante. Y ésta puede hallarse en el denostado fútbol insular. La Segunda División B ha pasado a mejor vida y la Tercera División ofrece ya mínimos alicientes al aficionado de esta Isla porque su formato, inamovible desde 1979, es un canto a la reiteración de equipos sin demasiado interés.

Pero mira por donde, la futura presencia del Sporting Mahonés o su club paralelo, Sporting Illa de Menorca, en la categoría Regional Preferente la próxima temporada, unida a la muy probable reaparición del At. Ciutadella y quizás, al descenso de Alaior y/o Ferreries junto a históricos como la Unión el Menorca pueden acabar conformando un campeonato que, cuanto menos, despierte la rivalidad deportiva intermunicipios en una división inferior.

Será como un regreso al pasado, una vuelta a los orígenes cuando el fútbol dominical o sabatino era el ocio por antonomasia de gran parte de la sociedad menorquina. Hoy hay otras alternativas, claro está. Pero la coincidencia de equipos puede ser un reconstituyente para este maltrecho fútbol.