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El repaso diario de la prensa internacional, nacional y local es un ejercicio necesario que, sin embargo en los tiempos que corren, fomenta el desasosiego y el pesimismo. Es la consecuencia de los rigores que rodean a la sociedad a causa de la apremiante depresión económica. El deporte menorquín no escapa a la coyuntura general hasta el punto que ha visto menguada su representación nacional con la retirada progresiva de los equipos que competían en categorías nacionales. Todo apunta, además, a que en los próximos meses la tendencia negativa se verá acentuada con nuevas noticias desalentadoras.

No es agradable tampoco para el periodismo notificar día sí y día también la relación de hechos adversos que invaden esta época por más que sea este su cometido.

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Pero en el mar agitado en el que navega el deporte menorquín, hay enormes embarcaciones que restañan el orgullo insular y que merecen ser destacadas, como bien apuntaba días atrás el director técnico del Club Volei Ciutadella, Bep Llorens, en conversación informal con este diario. Es cierto, y el ejemplo más plausible de ello es el propio club del poniente insular. A pesar de haberse visto despojado de la mayor parte de las subvenciones públicas, el club ha podido continuar en la Superliga como dominador de la competición, y su futuro no peligra gracias a la recta gestión de sus directivos.

El otro buque insignia de la Isla, Menorca Bàsquet, pelea por el retorno deportivo a la ACB aunque su continuidad en la élite el próximo ejercicio no esté garantizada. Los nombres propios encabezados por Sergio Llull, el mejor deportista menorquín de todos los tiempos que ayer ganó la Copa del Rey con el Real Madrid tras una actuación espectacular, Albert Torres, David Alonso, Paco Vallejo, Lita López, el joven Shutin Triay... son ejemplos de que la Menorca deportiva está viva, tiene futuro y, todavía, reúne motivos más que suficientes para enorgullecerse.