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¡Tanto te debemos, mi coronel, que nos cuesta creer que puedas dejarnos! ¡Tantas cosas comunes con las gentes de armas, tanto ejemplo a lo largo de 93 años! Hiciste más con unas simples viñetas, siempre impregnadas de patriotismo, que cien decretos publicados en el BOE.

Pocos saben que eres catalán de nacimiento, con sangre maña por parte de padre –de ahí tu marquesado de Daroca que oportunamente te concedió S.M.– con educación básica en los Hermanos de la Salle de Teruel. Un joven a quien nuestra guerra pilló con 17 años y no dudaste en dar un paso al frente. Ya en la Academia de Transformación de Guadalajara enriquecías una publicación modestamente cuartelera, «La Cabra», paso previo a tu entrada en «La Codorniz» de la mano de Álvaro de la Iglesia. Estos días en que nuestro Rey ha vuelto a Mostar, me acuerdo de una viñeta tuya que dedicaste al general Carvajal con tu «agradecimiento como español», que incluía una crítica a nuestra sociedad y a los medios: «La ciudad de Mostar, agradecida y conmovida, nombra hijo adoptivo a un general español». «Bueno», decía un lector, sin levantar una ceja. Al lado referías: «Una marquesa, sorprendida en una marisquería con un delantero centro». Con una sonrisa abierta y ojos inquietos el mismo lector decía: «¡Qué noticia!».

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No ha habido cartel de los premios Ejército, no ha habido acontecimiento nuestro al que te hayas negado a prestar tu colaboración desinteresada. Te has sentido tan bien entre nosotros como nosotros orgullosos de tenerte en nuestro entorno, en nuestra forma de ser, ésta que prioriza servidumbres sobre grandezas, servicio sobre derechos. De «amor patrio henchido el corazón», como reza el Himno de Infantería, hoy sólo quiero mandarte el más agradecido de los abrazos y el mas respetuoso «a tus órdenes, mi coronel».

Artículo publicado en "La Razón" el jueves 4 de abril de 2012