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Un cierto reguero, a caballo entre la indiferencia y la resignación, parece extenderse en torno al Menorca Bàsquet y no decrece a medida que se aproxima el suculento postre del campeonato: los play offs de ascenso a la ACB.

A lo largo de la fase regular, la afluencia de seguidores al Pavelló ha menguado, si no de forma sustancial, sí persistente, aunque los partidos del equipo de la Adecco Oro continúan siendo, con mucha diferencia, el acontecimiento social que más menorquines reúne cada quince días. La misma situación la ha experimentado el Valeriano Allés Menorca Volei, aunque en ese caso la explicación resulte más obvia por el desarrollo lamentable del calendario que desconectó a la afición de Ciutadella.

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Es el momento ahora de disparar el ánimo, abandonar el sofá y prestar a ambos equipos el calor que genera la grada. Y lo es por una razón fundamental que va mucho más allá del futuro incierto que aguarda a la Sociedad Anónima Deportiva Menorca Bàsquet a partir del término de la temporada en el caso que el Govern Balear retire su apoyo y provoque su disolución.

A día de hoy, el Menorca dispone de una de las mejores plantillas de la categoría, aunque su rendimiento general aún sea inferior al esperado, y está en disposición de pelear por su tercer ascenso a la ACB en siete años. Aprovechar esta coyuntura, rentabilizar las opciones y pelear por esa plaza es una obligación del club que preside Benito Reynés y un derecho de toda la sociedad menorquina que ha seguido sus avatares desde que llegara al baloncesto profesional.

Es importante para el Menorca y para Menorca que el nombre de la Isla se mantenga en el candelero nacional el máximo tiempo posible. Un tercer ascenso a aceptar o renunciar sería otra causa más para sostenerse en el primer plano de la actualidad y promocionar este rincón del Mediterráneo. Y eso nos interesa a todos.