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Por sus obras les conoceréis. Sin embargo, lo que pesa más son los resultados. ¿Es justo? Posiblemente no. Por ejemplo, el presidente del Menorca Bàsquet, Benito Reynés, se ha ganado a pulso el respeto de todos, porque sus obras han sido de compromiso con el club y ha dedicado todo su esfuerzo a conseguir la supervivencia de la entidad. Sin embargo, el resultado es su disolución, poniendo el punto y final a 62 años de historia. Es evidente que las buenas obras no han dado los frutos esperados, no se puede hablar de éxito, pero ¿se puede calificar de fracaso?

La Isla, como en todos lados, está llena de pequeños "garzones", de personas que se visten con la toga de juez y dictan sentencias, como si fueran "verdades como puños", que a menudo no suelen pasar de opiniones subjetivas, respetables, y con frecuencia, injustas.

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Uno de los divertidos tópicos que abundan en el mundo del deporte es que "para perder una final hay que jugarla". Un presidente como Benito no puede sentarse en el banquillo o difuminarse en la grada, entre la afición. No le queda otro remedio que jugar el partido. Y a quienes juzgan y critican, se les puede responder con sencillez: "¡Ponte tú!".

Las condenas, como las opiniones, no suelen ser perpetuas. Y los fracasos, como los errores, son la primera oportunidad para volver a jugar un nuevo partido. Y quizá, esta vez, ganarlo. ¿Alguien juega?