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Sin ánimo de descargar una presión que no sería demasiado justa para una plantilla renovada en su totalidad y, asumida su pérdida de nivel respecto a las campeonas de los dos últimos años, la afición menorquina habituada al deporte de élite en el último decenio está ansiosa por agarrarse a la ilusión inicial que proyecta el Valeriano Allés Menorca Volei.

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Han sido cinco años estelares en la máxima categoría del baloncesto español, la ahora denominada Liga Endesa, otros dos y medio en la Segunda División B del fútbol nacional, y ya más de un lustro en el 'top' del volei femenino español. Esa última representación es el único reducto del deporte profesional que sobrevive en la Isla y a él tenemos que agarrarnos. Cierto que una Regional Preferente competitiva tiene que conectar al aficionado local con el equipo de su pueblo. O verdad es que el Menorca, de la División de Honor Juvenil, ofrece a los buenos futboleros un regalo quincenal por la categoría de los partidos que pueden presenciarse en el Estadi Maonès frente a futuros jugadores de Primera o Segunda División. Pero la realidad es que la bandera del deporte menorquín que traspasa el ámbito balear es propiedad indiscutible de las chicas del CV Ciutadella, que además, se han apropiado con todo merecimiento del orgullo de esta patria chica a base de seriedad, competitividad y, lo que es más importante, dos títulos de campeonas de España.

Esta temporada tienen otro reto añadido en el que se implica toda la Isla por la trascendencia que tiene ser su equipo de mayor rango, con mucha diferencia. Bep Llorens ha fichado lo mejor que ha podido y la categoría, salvo casos aislados, ha vuelto a perder nivel debido a la crisis. Ahí puede tener su 'chance' el Valeriano Allés para competir sin la misma meta inicial de antaño pero sí con la necesidad de hacer vibrar otra vez a la afición de la Isla.