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El gato es la sanidad pública y el cascabel son los recortes. El conseller Antoni Mesquida ha presentado su dimisión por dos motivos: su desacuerdo con parte de las políticas de austeridad en la atención sanitaria y, en segundo lugar, porque algunos políticos del PP no han podido comprender que nombre a profesionales que no son del partido para cargos de responsabilidad. La dimisión le honra. Es coherente con su forma de pensar y se va a los 112 días de que le nombraran y justo después de regresar de Etiopía donde ha realizado labores de cooperación con la ONG que preside. El único pesar de Mesquida es que "he fallado al presidente". Ahora se nombra al tercer conseller de Salud en esta legislatura.

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Me pregunto si el Govern, más que un conseller de Salud, necesita a alguien capaz de ponerle el cascabel (los recortes) al gato (la sanidad pública). No hace falta que sepa mucho del tema, lo importante es que tenga asumido de entrada que hay que reducir el gasto aceptando sin quejarse las consecuencias de las medidas de austeridad. Por eso Mesquida no tenía sitio y resultaba incómodo. Es una lástima que un conseller que se entendía bastante bien con un sector con síntomas de taquicardia no pueda seguir buscando acuerdos.

La otra causa de la dimisión es menos comprensible todavía. Que a alguien muy militante de un partido no le parezca bien que se contrate para un cargo de confianza a un profesional de ideología diferente se puede entender, porque con las cosas del comer no se juega. Sin embargo, romper el círculo vicioso de repartir el pastel entre los fieles me parece -ya que hablamos de sanidad- muy sano, mejora el estado de salud de la política y hace que la democracia no tenga fiebre permanentemente. Volvemos a la UCI.