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Es una decepción, puntual o definitiva -el tiempo dirá- el desplome de los representantes menorquines de la Tercera División de fútbol, prácticamente desde que entraran en el nuevo año.

Mercadal y Penya Ciutadella ofrecen una estadística paupérrima en los últimos dos meses de la competición que ha saboteado su marcha excelsa en la primera vuelta, especialmente la del recién ascendido considerando que se mantuvo durante la mayor parte de ella en las posiciones de play off.

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El bajón es evidente aunque sus dos técnicos atesoran una experiencia suficiente como para detectar el problema, evaluar el diagnóstico y aplicar un tratamiento que revitalice a sus respectivos grupos.

Quizás, como decía Yeray, las expectativas crecieron en exceso a medida que ambos coleccionaban resultados notables. Nadie puede dudar, en todo caso, que las dos plantillas reúnen solvencia y calidad suficientes como para que la permanencia acabe siendo sea un logro muy menor. Unos y otros aprovecharon la caída del fútbol insular -Sporting, Alaior y Ferreries- para mejorar sus vestuarios con lo mejorcito que ofrecía el mercado salvo casos excepcionales. Por tanto, unos y otros, también, tienen claro que se espera más de ellos de aquí en adelante y están a tiempo de lograrlo.

Hablar semana a semana de arbitrajes adversos, que seguro han existido y existirán no parece un camino que, a la larga, tenga el final apropiado, entre otras cosas porque ambos no han dado la verdadera talla en partidos y campos en los que tenían que haber impuesto su superioridad. Sí lo es el ansia de superación, la exigencia y el deseo de demostrar que la Tercera División menorquina está en buenas manos en Son Marçal y Sant Martí, después de años de carestía que acabaron con los dos descensos conocidos.