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El Pavelló Menorca fue en su día, hace casi ocho años, el resultado de un trío de conveniencia entre las tres instituciones que hizo posible su construcción en tiempo récord. Habían transcurrido apenas tres meses desde el histórico ascenso del Menorca Bàsquet a la ACB cuando la zona de Bintaufa se vio completada con la mayor instalación deportiva de la Isla que, a partir de entonces, fue el marco de sesiones de baloncesto inolvidables durante las cuatro temporadas ininterrumpidas en la ACB hasta el primer y traumático descenso.

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Fue un polideportivo, aparentemente provisional, por la celeridad con la que tuvo que levantarse. Gradas tubulares y espacios comunes asentados sobre bases y paredes desmontables caracterizaron un pabellón que, en todo caso, se convirtió en la joya de las instalaciones menorquinas por su capacidad para 5.000 personas y sus enormes dimensiones en un territorio insular habituado a otro tipo de centros deportivos en los que primaban más la comodidad para la práctica del deporte que la del espectador. En suma, un orgullo para Menorca y los menorquines volcados aquellos años con el fenómeno social en que se convirtió aquél equipo que trajo a la Isla el mayor espectáculo deportivo jamás visto por estos lares.

Sin embargo, el fatal desenlace del Menorca Bàsquet, aún cuando ya la mitad de la afición había desertado, ha dejado un problema sobre la mesa del consorcio propietario del pabellón. Ahora resulta que además de su carácter provisional la rapidez con la que se construyó permitió la laxitud institucional para proporcionarle las licencias oportunas con las que desarrollar las actividades que dieran sentido a su nombre (Pavelló Multifuncional). Su legalización, lenta y farragosa por las trabas burocráticas, contribuye aún siete meses después de su cierre, a que continúe sin salir a concurso público y, por tanto, cerrado sin ningún tipo de uso porque su coste impide cualquier otra apertura puntual. Una pena.