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La sentencia dictada por el juez contra Paco Segarra constata en negro sobre blanco todas las valoraciones coloquiales que había ocasionado su forma de proceder cuando perdió el control del Sporting Mahonés y entró en una espiral de decisiones erróneas que generaron impagos, la pérdida del equipo estandarte y, un año después, la disolución de la histórica entidad mahonesa.

Segarra llegó al Sporting con propósitos personales legítimos. Quería convertir la Isla en un satélite de grandes clubes y promocionar espacios e instalaciones deportivas con fines lucrativos que además permitieran el crecimiento del Sporting al que, decía, quería llevar a la Segunda A.

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Olió negocio en la Isla, quizás bajo el reclamo del macrocomplejo deportivo de Bintaufa, que ha quedado reducido a su mínima expresión, y el Sporting fue su vía de acceso. Pero a medida que el sueño de esa ciudad deportiva se diluía, en parte, producto de la crisis económica, Segarra fue agotando sus propios recursos -asegura que destinó casi un millón de euros al club mahonés- y ahí no supo detenerse.

El promotor catalán realizó una huida hacia adelante en lugar de ajustarse a la realidad del club sin su propio bolsillo o el de otros empresarios menorquines a los que pidió ayuda. Los impagos le salen de debajo de las piedras en la Isla y ahora la sentencia por la demanda dirigida contra él y no contra el Sporting puede estallar como precedente en su contra dado que el juez ha estimado que la responsabilidad de esta deuda de Intersport, es solo suya, ni del club ni de los directivos que le acompañaban en su junta, que esta vez se han librado de una buena más allá de tener que abonar la minuta de sus respectivos abogados y procuradores.

Estos dirigentes y también los socios, como les sucedió a los del Menorca Bàsquet años atrás, cuentan con un nuevo ejemplo del riesgo que implica acomodarse a un régimen presidencialista y cerrar los ojos mientras, aparentemente fluye el dinero y nadie se preocupa por él, sin la más mínima previsión de futuro. Determinar su responsabilidad en un sistema en el que el presidente hace y deshace en materia económica sería otro debate interesante. Lo que es cierto es que de aquellos polvos han llegado estos lodos.