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Es una de esas frases que captan los micrófonos cuando el político que la pronuncia se descuida. Esta la dijo Mariano Rajoy en febrero de 2012 a Artur Mas. Debe ser una de las expresiones más auténticas del gallego presidente. Y premonitorias porque el lío no ha hecho más que crecer. Tanto que se ha echado a perder la estrategia de transmisión vertical ideada por el PP: superados los dos años de austeridad y recortes se abre el tiempo para ganar las elecciones. Bárcenas no ha permitido que el partido en el Gobierno pueda emprender los planes de mejora de su imagen pública.

La tendencia de voto del PP ha caído de forma muy considerable. Hoy no obtendría mayoría absoluta y cuando eso pasa, pocas opciones tiene de gobernar. El PSOE sigue aletargado, a la espera de un candidato resucitador. Y en este lío crecen los partidos que hasta ahora jugaban en segunda división, Izquierda Unida y UPyD.

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Recuperar la buena imagen de los políticos no es una tarea sencilla, que se arregle con una pizca de márketing, ni con unas elecciones, ni con algún político en la cárcel. Hasta ahora, los dirigentes podían pensar que el cambio no era necesario porque a pesar del descrédito cuando se celebran elecciones la ciudadanía responde y se extiende el conformismo. Sin embargo ahora los dos partidos mayoritarios se la juegan. No solo pueden perder las elecciones, sino también su propio estado del bienestar basado en la alternancia en el poder.

Una marca de bebidas isotónicas ha puesto en marcha una campaña de publicidad para aplaudir a los buenos políticos. Algún alcalde decente, de los muchos que sin duda hay. Sin embargo, tiene un efecto contraproducente. Los malos ejemplos no permiten salir del lío.