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En su prolífica existencia vital clausurada anteayer, Antonio Pinto Soto, malagueño de origen como delataba su inconfundible acento apenas edulcorado con el paso de los años en la isla, sembró de compromiso, generosidad y dinamismo las tareas que desarrolló en las diversas asociaciones a las que perteneció.

El deporte insular supo del método preciso que trasladó 'el señor Pinto' al Sporting Mahonés y al Menorca Bàsquet, ambos en las épocas más trascendentales de su historia, la primera de Segunda División B en el club de fútbol, y la segunda, la de la irrupción en la ACB, el de baloncesto.

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La generosidad definió esta manera de proceder que le convirtió en un personaje fundamental para mejorar la imagen de ambas entidades en momentos tan determinantes en los que asumió las respectivas gerencias de los que fueron los dos últimos grandes colosos del deporte menorquín junto al Club Volei Ciutadella. Y es que Antonio Pinto hizo de la educación exquisita su seña de identidad, un carácter plausible en su máxima expresión que le granjeó amistades y reconocimiento allá donde estuvo. Una mala cara, una respuesta políticamente incorrecta o un tono de voz elevado, pese a su condición natural de militar profesional, nunca tuvieron cabida en el trato con sus semejantes. No es de extrañar por tanto, los merecidos homenajes que recibió en vida o la tristeza que desencadenó ayer su fallecimiento entre quienes tuvimos la fortuna de tratarle.

Con Antonio Pinto Soto, en suma, desaparece el estilo de una persona irrepetible por su altruismo y su personalidad solidaria para desarrollar iniciativas propias y ajenas. Buen viaje, señor Pinto.