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De 1954 a 1984. Entre ambos guarismos hay 30 años de diferencia. Un suspiro o una vida, según se aplique la relatividad del tiempo.

Despliego estas cifras sobre el papel, que en realidad son unas fechas de nacimiento, a cuento de dos personas entrevistadas por este diario. Una en la sección «Trayectoria vital» y la otra en la de «Menorquins al món».

La que corresponde al veterano tiene nombre y apellidos: José María Cardona Natta. Y la segunda, evidentemente también, Néstor Tejero Orfila. El primero trabaja en Maó y el segundo en Ámsterdam. Tres décadas de diferencia les separan, y seguramente muchas cosas también, pero escuchándoles hay puntos de coincidencia a la hora de cómo enfrentarse al mundo. Son dos perfiles diferentes y separados por un puente generacional, con todo lo que ello implica.

Sin embargo hay un hilo de continuidad en sus reflexiones. Cardona Natta apunta, refiriéndose a la crisis, que: «Las nuevas

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generaciones deben asumir que no se les dará nada gratuitamente, deberán conquistarlo». Al mismo tiempo, apuesta por mantener

y/o recuperar unos valores como la solidaridad. En definitiva, una preferencia por el ser más que el tener. El ingeniero y profesor habla con la serenidad de la perspectiva que dan los años. El discurso de Néstor Tejero transmite entusiasmo. Y, en definitiva, es un ejemplo de quien sabe que nadie le va a regalar nada. Tras los estudios ha tenido que buscarse la vida. Vive en un país que, como él mismo define, está evolucionando de un sistema socialdemócrata a un sálvese quien pueda.

Treinta años les separan. Pero con su testimonio nos recuerdan que ya nada es lo que era. Uno lo analiza después de curtirse en

mil batallas. El otro en pleno aprendizaje de quien tiene toda la vida por delante. Dos entrevistas, dos lecciones.