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El Club Marítimo de Mahón, cuna de ilustres regatistas en las últimas décadas del siglo XX, trata de recuperar el espacio privilegiado que ocupó en el entramado nacional desde un punto de partida desértico. Ha sido la consecuencia de la pérdida de los ingresos que le generaban los amarres y la causa de la desmembración de sus aulas.

La entidad mahonesa fue la única que fabricó en su día un regatista olímpico menorquín: Fernando Rita hasta alcanzar una plaza en los recordados juegos de Barcelona'92.

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Viene a colación una cruda realidad. Vivimos en un archipiélago, rodeados de agua y los réditos olímpicos no se corresponden con el entorno, no solo en Menorca, si no también en Eivissa e incluso en Mallorca. Algo fallla si repasamos los millones de euros que los sucesivos titulares del Consulat de la Mar han destinado a la Escuela de Cala Nova, hoy ya privada, la Residencia Princesa Sofía y otros programas. Desde los Juegos de Sidney 2.000, Baleares no ha vuelto a contar con ningún regatista olímpico. El último fue Pepote Ballester, hoy bajo sospecha por corrupción, que ya lo había sido en Atlanta'96 y Barcelona'92. Mallorca ha tenido 7 regatistas olímpicos, Eivissa uno -Asier Fernández- y Menorca otro -Rita- una proporción mísera si la comparamos, por ejemplo, con el archipiélago canario.

Algo no se ha hecho bien para que Baleares lleve 14 años sin regatistas olímpicos en ninguna de las clases actuales. Quizás si un porcentaje mínimo de los millones de euros invertidos en Cala Nova, hubiesen repercutivo directamente en Maó, Ciutadella, Fornells o Es Castell, la vela menorquina podría haber forjado a otro campeón para acudir a la cita más deseada.