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Afectados por un pesimismo con denominación de origen, donde ni el poc a poc funciona, sin ideas sobre qué preguntar si un día nos levantamos soñando con un referéndum, llega un técnico de Madrid, un consultor sobre temas aéreos, sin antecedentes isleños, y resulta que se le ocurre que la mejor solución para avanzar en el tema histórico del transporte es pedir un descuento de residente del 75 por ciento para compensar la doble insularidad. Es algo insólito. Un técnico, no un político, un estudioso de los números, que llega a la conclusión científica de que los menorquines nos merecemos un trato especial por el doble salto que necesitamos hacer para viajar en condiciones.

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La definición del problema es impecable. Los mallorquines y los menorquines somos ciudadanos de la misma Comunidad. Los primeros no tienen un problema de transporte aéreo. Los segundos sí. Para que un mallorquín y un menorquín sean ciudadanos de la misma categoría hay que igualar las condiciones de transporte aéreo, un derecho vital en una Isla. Ypara conseguir el equilibrio no hay más camino que compensar las diferencias, aportar al menorquín el porcentaje de descuento necesario para aproximarse a la igualdad. Hay que reconocer la doble insularidad. Ysi hace falta, reducir el descuento de residente en Mallorca e incrementarlo en Menorca y Eivissa.

Se trata de una «declaración de guerra». ¿Qué político mallorquín con dos dedos de frente va a defender la reducción del descuento a sus vecinos de la isla mayor? Habrá que convencerle. El presidente Santiago Tadeo en las últimas semanas se ha referido en varias ocasiones a la doble insularidad. Pues parece que es un buen momento para no rendirse sin luchar antes alguna dura batalla en la capital del Reino. Para ello tenemos ejército. Incluso, un general.