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La verdad es que no es fácil contestar a la pregunta que encabeza este comentario y más si hablamos de las fiestas de Sant Joan. Todo tiene sus matices si partimos de las criticas generalizadas a la masificación que inunda Ciutadella durante sus días más grandes del año.

Hoy en día cualquier tipo de celebración multitudinaria que desborda las emociones y los sentimientos de las personas -sea la consecución de un título de un equipo de fútbol o una manifestación en contra o a favor de algo u alguien- suele tener como protagonistas a individuos que se salen de los márgenes pacíficos. Aunque sean una minoría suelen cobrar más protagonismo que la mayoría por las repercusiones negativas de sus actos.

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El efecto llamada de las fiestas de Sant Joan es difícil de controlar, salvo que haya un consenso -para mí utópico- de cerrar puertas. Además una concentración masiva en un determinado espacio tiene, evidentemente sus riesgos, pero ¿es un mal en sí mismo?

Personalmente, creo que el problema va más allá y entronca con el comportamiento cívico, el respeto hacia los otros y los valores morales que campan en la sociedad actual. Aquí no hay una película de buenos (autóctonos) y malos (forasters), sino la responsabilidad del comportamiento personal. El injustificable exceso de bebida -incluidos menores de edad- y la agresividad que se genera cuando el raciocinio se diluye por los sumideros de la estupidez son temas realmente preocupantes y que también afectan, aunque en menor escala, a las celebraciones de otras poblaciones.

La salvaguarda de la esencia de las fiestas de Sant Joan creo que pasa más por la preocupante falta de educación y cultura con mayúsculas. Definitivamente, han retrocedido ante el avance de los nuevos bárbaros.