TW
0

Superado el 'boom' que supuso la incorporación masiva de atletas y corredores de nuevo cuño a las competiciones de medias y largas distancias la situación tiende a normalizarse. No parece, sin embargo, que haya descendido el número de personas que hacen de las zapatillas, la bicicleta, el mar o el asfalto un auténtico desafío contra sí mismos sino que la moda incontrolable por la práctica de estas disciplinas deportivas extremas ha puesto los dientes largos a cuantas empresas y patrocinadores se han aprestado a constituirse durante este tiempo para promover y organizar una carrera tras otra, semanas sí y semana también, en cualquier rincón del planeta, sea ciudad grande o pequeña.

Noticias relacionadas

Los millones y millones de personas que se han sumado a cualquiera de las modalidades han sido, hasta la fecha, un negocio loable para estas empresas en función de las inscripciones que pagan los corredores, los productos de merchandising y cualquiera de los ingresos paralelos que pueden derivarse en la organización de cada carrera.

Pero ahí mismo también radica el descenso en el registro de quienes compiten, como ha sucedido en la Extreme Man de Fornells, de esta año. La prueba menorquina por excelencia, ha visto frenada su progresión al quedarse casi solapada con el Iron Man de Mallorca, otra franquicia que tiene más reclamo que la denominada Extreme Man. Mismos atletas pero muchas más carreras, la oferta excede a la demanda con lo que el reparto de participantes en cada una de ellas es menor. Los organizadores deberán valorarlo en adelante, mejorar sus productos, o entrar en una competencia feroz para mantenerlos.