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Lo de Florentino tiene mucho mérito. No tanto por presidir el Real Madrid y la constructora ACS, que también, sino por lograr que todo aquel jugador que ficha, de uno al otro confín, se estrene confesando que ya en la cuna tenía el corazón blanco. Así, no hay futbolista de postín que presente en el palco noble del Bernabeu que no cumpla la máxima. Y cada vez puede repetir aquello tan manido de que «ha nacido para jugar en el Madrid».

Durante años, en política también había prisa por hacerse del PP, o del PSOE, sobre todo cuando se avecinaban elecciones. Y meses antes se nos presentaba a reputados empresarios y profesionales liberales convertidos en candidatos y adalides del libre mercado o el socialismo. Entraban en política con el carné en la boca y el cargo asegurado. Así se hacían entonces los hombres de partido.

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Pero hoy en día ya no hay niños, ni empresarios, que quieran ser del PP, o del PSOE. Hasta muchos padres de carné se avergüenzan en ciertos ambientes de decirlo en público, y ni siquiera intentan convencer a su entorno para que se sumen a sus siglas. Son casta. Y de los codazos para colarse en las listas han pasado casi a implorar a empresarios, funcionarios o profesionales para que accedan a figurar en las candidaturas.

Ahora los hombres de partido que nunca acabaron de hallar acomodo y se quedaron con el carné y sin el cargo reniegan, como aquel futbolista de corazón blanco que acabó entrenando en Can Barça. Y, de repente, descubren que con el PP y el PSOE ya no se va a ninguna parte y proclaman que, en realidad, nacieron para ser del PI o del Po(demos). Como lo fue en su día un afiliado del PP, que pasó por UCM y el PMQ hasta que logró postularse como candidato.

Estos chaqueteros, de viejos tics conocidos, amenazan tanto la esperanza de cambio que no hallarían nunca un Florentino que los fichara. Ni aún haciéndose un electrocardiograma en público...