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Les comentaba a mis hermanas Carmen y Tere que el otro día –de payés, por supuesto- me topé con Luis, un amigo vecino de la infancia aunque a decir verdad parecía el vecino de su propio hogar porque estaba en la nuestra por las mañanas y tardes, pero las noches no porque ya nos encargábamos nosotros de encaminarlo a Es Pescadors.

Noté a Luis muy cambiado lógicamente por el paso de los años que todo lo arruga o lo infla –a los del 'Clan…' de momento nos respeta- sólo en el aspecto físico, porque si bien su cuenta palabras/minuto había mermado de forma considerable, continuaba hablando sin respirar convirtiendo en monólogos cualquier conversación. Pero esta vez no, porque pude hablar, se dignó a escucharme y hasta –no puedo creérmelo- opinar.

Al grano. Luis padece una depresión de considerables dimensiones capaz de soportar el día a día a base de pastillas y consejos de profesionales especialistas. Muchas personas, muchísimas, atraviesan su particular desierto anímico y es alarmante observar de qué manera puede llegar a obrar mermas impensables en personas otrora sanas, joviales, encantadas de vivir y disfrutar de plenitud de facultades. Sin embargo, te levantas de la cama y no respondes al primer 'bon día', es imposible que aquella persona que refleja el espejo del cuarto de baño seas tú, aquella melena que cuidabas deja de ser tu orgullo, temas de lo más común puede suponerte el desencadenante de un llanto irrefrenable, una imagen televisiva tipo un perro abandonado… todo el mundo y lo que te rodea ha perdido sentido, sentimientos que mantenían vivo, ahora te encomiendas a que 'si nace con barba será San José, y si no, la Purísima Concepción…' es una demostración papable, evidente de que el virus depresivo te ha infectado.

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Lo más grave en un alto porcentaje de depresiones es que no existen motivos reales que te conduzcan a ella. Puedes estar casado felizmente, tener hijos sanos, armonía familiar, laboral, social, en todos los ámbitos posibles, pero si tus respuestas se acercan más al lado oscuro de tu ser, 'problemón habemus'.

Te caes por un improvisado resbalón en la calle, al subir o bajar una escalera, en la ducha o en la cama, de la silla mientras cambias de postura, el caso es que te conducen al hospital, las oportunas radiografías detectan una inoportuna rotura en un hueso innombrable pero que duele tal que un cólico nefrítico y el doctor primero le resta importancia y, luego, se dedica a inmovilizar la zona, posiblemente a base de yeso, pero ahí queríamos llegar. La pregunta no es otra que la que usted piensa: ¿Qué yeso y en qué zona la aplico para enmendar la depresión?

Seguro que su respuesta abarcará desde fármacos pasando por terapias, muchas de ellas bañadas por tintes orientales tipo Zen, para terminar en una conclusión muy complicada: el mejor antídoto para superar la depresión en su actitud. Los efectos colaterales como la medicación, la comprensión de su pareja y resto de la familia, los amigos –los verdaderos- aprovechar la ocasión para realizar meditaciones, paseos, lecturas… actividades que provoquen la recuperación y sobre todas las cosas, encomendarse a la madre de la ciencia: la paciencia.

Desde esta atalaya llamada 'El clan…' hacemos votos por la recuperación de esta dolencia que padece Luis… y también Rosa, Jaime, Juan, Lloren, Dana, Concha, Paco, Mercedes… ánimo a tod@s.