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Charles Bertin (Mons 1919)- Sint Genesius Rode, 2002) convierte el recuerdo de sus veranos de infancia en la casa de su abuela en Brujas en un canto de amor y en una emocionante novela autobiográfica.

Bertin, que fue abogado además de novelista y poeta, evoca los colores, los olores, los juegos en el jardín de su abuela cuando él pasaba con ella los dos meses de vacaciones de verano. Ella, Thérese-Augustine, era hija de una familia campesina que muy pronto la sacó del colegio para que ayudara en las tareas de la casa y del campo, de manera que quienes pudieran estudiar fueran los hijos varones. De mayor, la mujer volcó el ansia de conocimiento que la había sido hurtada en adiestrar a su nieto.

Evocando sus felices veranos infantiles, el autor cree haber descubierto el secreto de su peculiar abuela: "He tardado años en comprender de dónde sacaba aquella extraordinaria fuerza de carácter que la distanciaba del común de las gentes y la convertía en un ser cuya vitalidad e inventiva parecían inagotables. Creo que se debía sobre todo a la peculiar gracia con la que el cielo la había aureolado en su nacimiento: la de tomar, de forma literal, sus deseos por realidades. Aquella propensión de su naturaleza, que la inclinaba, como a los niños, a privilegiar lo imaginario por encima de lo real y a adoptar la mayoría de las veces un comportamiento contrario a las normas establecidas, era una constante fuente de sorpresas para sus allegados".

Las excursiones en bicicleta, los paseos por Brujas, las lecciones de historia familiar, las lecturas compartidas son algunas de las vivencias que describe el novelista belga en este delicioso y melancólico libro que es un homenaje a una abuela fantasiosa y vital. Inevitablemente el lector de "Un jardín en Brujas" no podrá dejar de evocar algunos de sus buenos recuerdos infantiles con sus viejas parientas.

La magia de las grandes abuelas se respira en este relato.

Un jardín en Brujas

Charles Bertin

Traducción Vanesa García Cazorla

Editorial Errata Naturae

152 páginas