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Sí, porque en el argumento de este artículo, a diferencia del de la película cuyo título aprovechamos (Ettore Scola, 1977, con Mastroianni i Sofia Loren), la osadía, la valentía diría yo incluso, es totalmente palpable. Y esta sensación deriva de una aportación muy especial de una voluntaria de la Isla del Rey a quien hemos tenido el gusto de conocer hace un mes poco más o menos. Se trata de Caroline Craven, ciudadana británica, quien nos entregó un prolijo estudio genealógico de antepasados y descendientes de una de las tres monjas que, en 1749, abandonaron de noche el Convento de Santa Clara en Ciudadela y se casaron con sendos oficiales británicos de guarnición en Menorca. Creo que para ellas y sus novios la "giornata" debió de ser absolutamente "particolare"…

Portada ilustrada por Zaca.

La osadía del hecho es fácilmente reconocible, ellas son hijas de buenas familias locales, católicas por supuesto, el convento es de clausura, los oficiales son protestantes, de guarnición en la isla, ellas han profesado recientemente los votos correspondientes a su condición, y la decisión de ellas se basa en la confianza de que las promesas de sus novios se cumplirán, es decir, que se casarán con ellas y las protegerán de las previsibles reacciones de los altos estamentos, supuestos unos inciertos apoyos de no se sabe bien quién. Este es el "Escándalo en Ciudadela" que se publicó recientemente y que suponemos es conocido por nuestros lectores (un opúsculo publicado con la ayuda de las Fundaciones MAPFRE y Hospital de la Isla del Rey).

En el opúsculo citado, resulta curioso que el cirujano George Cleghorn (autor de un estudio sobre Menorca y las enfermedades más frecuentes de sus habitantes, también publicado por la Fundación del Hospital), tuviese una participación crucial en el incidente. Era el cirujano del Regimiento núm. 22 en el que se encuadraban los oficiales en cuestión, y fue él quien redactó la versión inglesa de la carta que Sor Margarita Albertí, nuestra protagonista, dirigió al Gobernador Sir William Blakeney solicitándole auxilio ante las exigencias de su familia y de las autoridades religiosas locales. Y es crucial porque la carta original en castellano, así como los escritos de las otras dos monjas, se han perdido.

Pues sí, nuestra monja se casó con el Teniente Christopher French, de 24 años, a sus 22 años de edad. Tuvieron únicamente dos hijos que sepamos, el mayor, nacido en 1752, por desgracia caído en el campo de batalla en 1783, a los 31 años, con el grado de Teniente, y un segundo hijo nacido en 1764, y que vivió 59 años, alcanzando el grado de Teniente Coronel. El padre alcanzó también este empleo. Estos datos y muchísimos más, sobre todo la descendencia del hijo menor hasta nuestros días, a lo largo de ocho generaciones, se los debemos y agradecemos a Caroline. Junto con los antepasados de Margarita (que documentó en su día el P. Fernando Martí, archivero que fue de la diócesis, quien participó ya en la expedición Rubió a Florida en 1975), el cuadro se extiende a catorce generaciones, toda una hazaña.

La vida de Margarita debió ser confortable suponemos, pero continuamente afectada por las vicisitudes de su marido e hijos, todos ellos requeridos en diversas lejanías por las guerras que a finales del siglo XVIII involucraban a la Gran Bretaña en multitud de escenarios, fundamentalmente en el caso de esta familia los de la guerra de independencia de los Estados Unidos. El retrato que acompaña a este escrito refleja creo yo este talante de conformidad que imaginamos consustancial en una madre cuyos esposo e hijos viven bajo el mayor riesgo a que puede someterse un ser humano.

Óscar Sbert Lozano

Ingeniero industrial