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Es frecuente en el anciano que coexistan diferente factores de riesgo o    patologías que le obliguen a tomar muchas medicinas. Esto junto con el mismo envejecimiento del cuerpo    que    reduce la funcionalidad de los órganos, de los sentidos y de la movilidad lo hacen más susceptible a la incapacidad, a la postración en cama o silla de ruedas, a la hospitalización, a la institucionalización y con ello a la dependencia.

Justamente esta condición previa es lo fundamenta el concepto de lo que llamamos «fragilidad». Y como su nombre indica, el anciano frágil, no sería más que aquel que se encuentra en situación delicada, vulnerable, fácilmente quebradiza si no se tiene un especial cuidado.

Se admite que por encima de 80 años la mitad de nuestro mayores estarían en esta situación, algo que iría aumentando con la edad; una condición en la que pequeños cambios físicos (caídas, infecciones...) o en del tratamiento médico (medicación, ingresos, cirugía...) les harían susceptibles de caer en la inmovilidad, la incapacidad y la dependencia.

Son personas afectas de debilidad muscular, alteraciones en los sentidos (afectación auditiva y visual), y en ocasiones ciertos trastornos cognitivos que les hace proclives a descompensarse tras cambios súbitos que les cause stress físico (ingresos, infecciones...) o psicológico (cambios en el entorno: ingresos, intervenciones…).

El anciano frágil sería, por tanto, más proclive a la dependencia de los familiares y cuidadores o al ingreso en instituciones.

Evaluar esta situación no es fácil y su tratamiento tampoco.

En lo primero se utilizan tests    al efecto, como el test de velocidad de la marcha, el test timed-up-and-go-test (TUGT), la escala del Short Physical Perfomance Battery (SPPB), el cuestionario Prisma, la escala Edmonton (Edmonton Frail Scale)... y como se ve no es un asunto fácil y no entraremos en ello.

En cuanto al tratamiento, pues su abordaje exige tener muchos aspectos en cuenta (desde entorno, la medicación, a la situación física del anciano), suelen resumirse en un control estrecho de los fármacos, una dieta adecuada y un ejercicio físico asistido o no, pero específico para esta condición.

Y el ejercicio físico en este sentido, según muestran estudios al respecto, mejora la capacidad cognitiva, la condición física y la calidad de vida del individuo anciano, por lo que puede retrasar o o revertir tanto el declive mental como la fragilidad, situaciones que muchas veces se dan juntas. De ahí que sea tan importante.

Con esta situación hoy hablamos nuevamente del yoga; una actividad física inicialmente con diversos componentes que la hacen distinta. El yoga (el Hatha yoga) es más que una actividad física, que una gimnasia, pues combina posturas físicas (asanas) lentas y    mantenidas sin que produzcan disconfort, con la relajación, el control de la respiración (pranaiama), la concentración y la meditación (dyana). Aunque en el anciano todo esto puede variar.

Como hemos visto en otros comentarios («Es Diari» 12-06-2018) es una actividad muy completa pues mejora diversas áreas de nuestra persona, no solo osteomusculares, si no cardiovasculares, metabólicas o mentales (ansiedad, depresión...), y la calidad de vida...

¿Puede ser útil esta actividad psicofísica para nuestros pacientes más mayores?
¿Puede mejorar su situación de fragilidad?

Y este es el propósito de este metaanálisis publicado hace escasos días en «Annals of Internal Medicine», evaluar los resultados de intervenciones con el yoga en estudios publicados hasta final de año del 2022 sobre pacientes mayores con fragilidad.

Se trataron por ello de buscar estudios con criterios de calidad que evaluaran intervenciones de yoga, sesiones, posturas.. con escalas validadas para medir la fragilidad o marcadores de fragilidad en personas mayores de 65 años.

Se analizaron 33 estudios (2.384 individuos mayores de 65 años) de diversas procedencias, como habitantes de la comunidad, de residencias de ancianos o individuos con enfermedades crónicas. Los marcadores individuales de fragilidad a evaluar incluían la velocidad de la marcha, la fuerza de presión manual, el equilibrio, la fuerza y resistencia de las extremidades inferiores y medidas de rendimiento físico con múltiples componentes.

Según este análisis la práctica del yoga en estos individudos en comparación con aquellos controles sin actividad o con intervenciones educativas, mostró una moderada evidencia en la velocidad de la marcha, la fuerza y resistencia de las extremidades inferiores, y algo menos evidencia en el equilibrio y en otras medidas multicomponentes de función física…

Con ello se demuestra, que sin llegar a resultados espectaculares, el yoga puede ser útil para mejora ciertos marcadores de fragilidad que ayuden a revertir o mejorar esta situación en diversos pacientes, sean de la comunidad o de residencias de mayores...       

Y digo puede ser útil, pues no tiene por qué ser la única intervención física que ayude a mantener la función física, la independencia, en la prevención de caídas... pues ya han demostrado efectos positivos otras actividades de diverso tipo, como el tai chi, por ejemplo.