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En alguna ocasión hemos hablado de la convivencia con mascotas, perros o gatos, como una forma de mejorar algunos aspectos de nuestra salud. Comentamos («Es Diari» 07/2022) como la exposición a estos animales nos sensibilizaría positivamente, en la conocida como «hipótesis higiénica», reduciendo o previniendo el riesgo de enfermedades alérgicas, como el asma bronquial o la rinitis alérgica (Fall et al, 2015) al exponer a los niños a gérmenes no patógenos que activarían nuestro sistema inmune de manera favorable.

Y desde una óptica completamente distinta como el contacto con perros, aunque no demostrado con los gatos, estaría relacionado positivamente con la reducción de padecer enfermedades mentales como la esquizofrenia en la adolescencia (Yolken R et al, 2019). Algo que se razonan no se debería únicamente a aspectos psicológicos de evitar la soledad, la empatía, la compañía, la transferencia de sentimientos, como ansiolítico... que también..., si no a cambios, de la misma forma que en la prevención de la alergia, con modificaciones de la flora intestinal, la conocida como «macrobiota intestinal» por un denominado    eje psico-inmune-neuroendocrino, que aunque nos parezca extraño llega actuar en el cerebro. Es decir, que convivir con un perro (o gato, no del todo demostrado) tendría consecuencias físicas, psicológicas y admiten que sociales (obligación al paseo, rutinas, preocupación por la salud de la mascota...) en quien los poseen. Además, estos animales se pueden utilizar    en técnicas de apoyo emocional (AAE) («Emotional Support Animals») (Janet Hoy-Gerlach et al) como vimos en un escrito anterior («Es Diari» 15-05-2022: 35) en el tratamiento de la soledad, la depresión y la ansiedad, dejando claro que convivir con mascotas mejora nuestra salud emocional.

Hoy traemos aquí un artículo de Niwako Ogata et al publicado en Plosone el mes pasado, sobre la situación mental de aquellos poseedores de mascotas durante el período de confinamiento («lockdown») en EEUU (que no fue la misma que en España) a partir del 2020 a consecuencia de la epidemia de la covid-19, en las que se impidió o se restringió el contacto social y se aumentó el contacto con los animales de compañía. Si la reducción del contacto social pudo compensarse con la relación estrecha con las mascotas.

Un estudio que se realizó mediante un sistema con el que organizar las variables como la biofilia, el apego al animal, el apoyo social, la relación dueño-mascota, y la relación entre el hecho de tener un animal con el estrés y la sensación de soledad; y todo ello con el objetivo de estudiar los cambios temporales en las relaciones entre el individuo y su perro o gato en las diferentes fases de la pandemia de la covid-19 y evaluar si esta relación podría mitigar los efectos adversos de la pandemia sobre la salud mental en aspectos como el estrés y la soledad.

Se trató de una encuesta longitudinal que evaluó los cambios temporales básicamente en el estrés y la soledad de    los dueños de la mascota en las tres fases de la pandemia 1,- prepandemia (febrero 2020), 2- confinamiento (abril-junio 2020), 3.- reapertura (septiembre a diciembre 2020) y 4,- recuperación (enero 2021 a diciembre 2021).

En total fueron 4.237 individuos estudiados (657 sin mascotas, 1.761 dueños de perros y 1.819 dueños de gatos) que completaron entre una y seis encuestas.

En general se demostró que hubo una relación más cercana entre los propietarios y las mascotas en dicho período que se fue incrementando con el tiempo y que    con ello,    en los dueños de perros, disminuyó la sensación de estrés y de soledad en mayor cuantía que en los dueños de los gatos y en aquellos que no tenían mascotas. Sin embargo, la sensación de estrés fue más variable en que incluso en casos pudo aumentar (preocupación por el animal en dicha situación epidémica).

Además ser propietario de una mascota no alivió la sensación de soledad social y el estrés producido por la falta de amigos o de relaciones laborales y sobre todo la soledad emocional producto de la falta de relaciones familiares, como no podía ser de otra manera.

Concluyeron con este análisis que las diferencias en los resultados en la salud mental en este escenario de confinamiento de la covid-19 se podían explicar según el tipo de relación existente entre los dueños y sus mascotas en un contexto nuevo. Lo que significa que no en todos los casos la simple convivencia con los animales mejoró los resultados, solo en los casos en los que la afinidad entre dueño y animal fue estrecha pues en ocasiones pudo tener efectos contrarios (estrés por el cuidado del animal).