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(Publicado el 2023-5-24)

El compromiso con el puerto hermano venía de lejos, asociado

siempre a aquel dramático septiembre de 1943 en plena

Segunda Guerra Mundial, cuando la aviación alemana hundió

en el Golfo de Asinara, norte de Cerdeña, en la entrada de la

Boca de Bonifacio al buque insignia de la Marina Italiana, el

acorazado “Roma” y a otras dos unidades navales: el Vivaldi

mas al oeste y el Da Noli en la entrada de la Boca. Le debíamos

la visita a Alghero a Mario Cappa, puerto algo mas al sur desde

el que salió hace treinta años con un barco que recompuso con

sus manos al que lastró con 6 toneladas de plomo, sacados de

restos de obras de fontanería, con el que puso rumbo a

Menorca acompañado de su inseparable Valnea. Y en Menorca

se quedaron.

Entramos por el aeropuerto de Alghero-imposible de hacerlo

con Grimaldi por mar- en días en que Italia celebraba su fiesta

nacional (25 de abril). Una visita al Alcalde nos comprometió a

acompañarles en una especie de procesión patriótica que

recorrió los puntos mas sensibles de la ciudad a consecuencia

de las dos guerras mundiales. Homenaje merecido a quienes se

sacrificaron. Y ahí, tras una reglamentaria banda de música y

las nutridas comisiones militares, navales y de orden público,

desfilamos los de Port Mahón como allí nos conocen. Tras

nosotros, bulliciosos, descendientes de los partisanos,

entonaban repetidamente su conocido himno el «Bella Ciao», sin respetar

especialmente los sencillos discursos y dedicatorias que se

pronunciaban en cada parada.

Los momentos mas emocionantes los vivimos el dia siguiente

en Porto Torres, primero en un bello y completo museo que

conservan sus marinos retirados con intercambio de palabras y

recuerdos entre su Alcalde y sus autoridades navales, acudimos

a la orilla del Golfo de Asinara, frente por frente al lugar del

hundimiento, próximo a un bellísimo monumento que recuerda

la tragedia. Mario y Valnea -hija de un naufrago-que no habían

regresado al lugar, afirmaron encontrarse ante el día mas

emocionante de su vida: “aquí debajo, a mil metros esta su

padre”

Por supuesto aprendimos: localizamos exactamente el lugar y

las circunstancias de aquellos trágicos días para una Italia que

había abandonado el Eje, invadida por tropas aliadas

desembarcadas en el sur, con Badoglio en Roma intentando

reconducir la situación con aquellas, con un gobierno fantasma

presidido por Mussolini en Milán. Para aquellos marinos, el

drama de la incertidumbre estaba escrito: y lo pagaron con sus

jóvenes vidas.

Recordar como el comandante del Vivaldi, con 40 muertos a

bordo a consecuencia del bombardeo que no consigue hundir la

nave, decide hacerlo el, aprovechar sus barcas de salvamento y

navegar rumbo a Palamós entraña todo un ejercicio heroico de

responsabilidad y de trágica decisión de abandonar a sus

muertos. O como hemos constatado que del hundimiento del

Da Noli no hay constancia de sus muertos o desparecidos. No

hay otro cementerio con restos de aquellos marinos donde se

les recuerde, que el de Mahón. El de los 26 que no pudieron ser

curados en el Hospital de la Isla del Rey de entre los cerca de

400 que llegaron aquel 9 de septiembre de 1943.

Huérfanos por el momento electoral de nuestras autoridades,

incluso sin el menor apoyo institucional, intentamos acercar a

un pueblo hermano todo lo que representó aquella solidaridad,

aquella hospitalidad de todo un pueblo como el de Mahón que

se volcó con los heridos. En la isla del Rey custodiamos con

cariño y respeto todos los testimonios de aquellos momentos.

Como repite Mario, comenzamos a construir Europa pasando

este mensaje a las generaciones actuales.

Luis Alejandre Sintes

Presidente de la Fundación Hospital de la Isla del Rey