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En escritos anteriores he dejado la idea, involuntariamente, de que la utilización de internet no provoca más que inconvenientes para nuestra salud. Que la situación de hiperconectividad en este mundo globalizado en donde cada vez estamos, paradógicamente, más solos, podría ser fuente de diversos problemas. Lo hemos comentado sobre todo en la utilización de pantallas en los niños pequeños y mayores, pero quizás menos en adultos y sobre todo en ancianos.

La utilización del teléfono móvil, el smartphone, se ha convertido en un hábito que influye en las relaciones familiares, sociales y laborales; invade nuestro tiempo libre y de alguna manera influye en nuestro comportamiento. La utilización del WhatsApp y de las redes sociales han cambiado las relaciones humanas creando una adicción no siempre valorada: la de estar siempre conectado.

Su utilización compulsiva, comentamos, puede producir efectos en nuestros ojos, forzar la vista en distancias cortas con reducción del parpadeo (ojos secos, alteraciones de refracción...), problemas en las manos (tendinitis), y problemas psicológicos de insomnio, de ansiedad,… e incluso producir un síndrome de abstinencia al poder llegar a convertirse en una adicción. Y es que como comentamos («Es Diari» 14-11-2019) el smartphone se ha convertido en un apéndice del ser humano, como si este se hubiera convertido en un cyborg (animal con parte humana y parte cibernética).

Los efectos en los niños los hemos detallado en otros comentarios («Es Diari» 24-03-2023) pero no en los ancianos, donde sorprendentemente pudieran tener un efecto paradógico, pues pudiera tener propiedades beneficiosas en el declinar cognitivo de la persona mayor.

Y es que como hemos visto son muchos los factores que pueden influir en la prevención de la demencia, de la enfermedad de Alhzeimer; una patología que se relaciona con el deterioro cognitivo debido a la edad. Unos factores debidos a predisposición genética (portadores del gen APOE) aunque, también hemos visto, son modificables con nuestro comportamiento, y otros básicamente relacionados con nuestros estilos de vida, el tipo de dieta, el ejercicio físico, el control de factores de riesgo    cardiovasculares, como la hipertensión arterial, el colesterol, la diabetes.., o los tóxicos (alcohol, tabaco..), y a fármacos en el tratamiento de alteraciones mentales...

Y esto nos lleva a otro factor, a todas aquellas actividades que produzcan una estimulación cognitiva, o sea actividades que estimulen el pensamiento, la concentración, la memoria... como ejercicios de memoria, discusión sobre temas, juegos, actividades manuales, musicales... que se han demostrado que tienen beneficios claros en personas con transtornos cognitivos mínimos o demencias incipientes (Woods B et al. Cochrane Database of Systematic Reviews -2012), algo que también he comentado en otros escritos anteriores.

Abundando en esto, hoy comentamos un estudio publicado en «Journal of the American Geriatrics Society» a principios de este mes por Gawon Cho et al; una encuesta poblacional americana representativa de personas mayores de 50 años de edad a partir de los datos del estudio Health and Retirement Study (HRS) y seguidos bienalmente mediante entrevista telefónica con la que recabar información demográfica, de salud, cognitiva... y sobre todo del impacto cognitivo de la utilización de internet y el desarrollo de demencia en personas mayores.

Se evaluó en este estudio a personas de entre 50-64,9 años libres de demencia al inicio del estudio y que se encontraban dentro del estudio HRS un máximo de 17,1 años (media de 7,9 años). Se estudió la asociación entre las horas diarias que se utilizaba internet y el riesgo de presentar demencia entre septiembre del 2021 y noviembre del 2022.

Al final en los 18.154 adultos mayores estudiados la utilización regular de internet se asoció con la reducción a la mitad del riesgo de presentar demencia en comparación con aquellos que no lo hacían regularmente, algo que sorprendió.

Una relación que se mantuvo tras ajustarlo según la utilización de internet  al inicio del estudio o por el hecho de presentar algunos signos de alteración cognitiva en ese momento. Y sobre todo que no varió según el nivel educacional, la raza, sexo...

Con todo, el número de horas dedicadas a internet tuvo una curva en forma de «U» con  la incidencia de demencia, lo que indica que en exceso podría ser contraproducente.

El menor riesgo se alcanzó con 1-2 horas diarias.

Se concluye que la utilización regular y durante largo tiempo de internet puede reducir el riesgo de presentar demencia a la mitad independientemente de la situación socioeconómica y cultural del anciano.

No queda claro con este estudio si un uso excesivo puede tener efectos nocivos para la cognición.

Con esto se sugiere que internet utilizado correctamente podría mantener e incrementar la reserva cognitiva y compensar la pérdida debida a la edad reduciendo el riesgo de demencia.

La importancia de este estudio es que sería el primero que tendría el tiempo suficiente de seguimiento para poder llegar a estos resultados evitando factores de confusión como la situación socioeconómica o educacional de los entrevistados; hasta el momento los estudios publicados eran de corta duración y más limitados.

Con todo, unos resultados que son los que se suponían: cualquier actividad que active el cerebro y evite –aunque virtualmente– la soledad del anciano es buena para su salud mental, pero había que demostrarlo.