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Bon Dia, Buenos Días, Good Morning, Buon Giorno, Bonjour, Guten Morgen. Son las primeras palabras que se oyen cualquier domingo a las 8:30 de la mañana y podrían ser en muchos más idiomas, aunque estos son los más comunes y no, no hablo de la Asamblea de Naciones Unidas, hablo de la reunión dominical de los voluntarios de la Isla del Rey.

Hombres y mujeres que todos los domingos desde hace unos 18 años se esmeran para conseguir que una maravilla que está en medio del Puerto de Mahón, una parte de la historia de Menorca y de su patrimonio, sea restaurado y conocido, no solo por los menorquines, sino por todos aquellos que visitan nuestra isla y se toman un par de horas para conocer la Isla del Rey.

Decía Seneca que «La recompensa de una buena acción es haberla hecho» y prueba de ello es el estado en que se encuentra ahora mismo la Isla del Rey y que los voluntarios, que no piden ni reciben nada, obtienen a cambio de su esfuerzo la recompensa de ver como su trabajo va dando frutos.

Pero a mí me gustaría hablarles de algo que no se ve, que no se cuantifica ni queda reflejado en las salas o los jardines de la Isla del Rey, me refiero a la relación interpersonal que se da entre los voluntarios cada domingo.

Está más que reconocido que el ser humano es un ser social, aunque en los tiempos que corren sea más un ser cibersocial, pero, aun así, sigue existiendo esa necesidad de interacción entre personas, y los domingos entre los voluntarios se da esa circunstancia con un valor añadido que para mí es el más importante, formado por las experiencias personales de cada uno de ellos.

Después de ocho meses como voluntario, debo reconocer que cada domingo es especial, porque en cada uno de ellos aprendo, no solo algo nuevo de jardinería, medicina, farmacia, biología, historia, etc. sino que también aprendo algo nuevo de las personas que están allí, aportando no solo sus ganas de trabajar. Cada una de ellas tiene una experiencia vital que hace que mientras trabajamos y conversamos aprendamos algo más de la vida.

El compañerismo, esa mano que siempre te ayuda a mover o arreglar algo, la ilusión por ver cómo se van realizando los trabajos y sobre todo el esfuerzo del equipo, en el que cada uno aporta lo que sabe o lo que puede, para conseguir el objetivo deseado, hace que se consiga que esta isla sea referente mundial de lo que es el voluntariado. Eso sí, al modo menorquín, sin prisas, «poc a poc» pero con resultados más que satisfactorios.

Esa particular «Asamblea de Naciones Unidas» a la menorquina, que examina, considera, debate, recomienda y ejecuta la restauración y mantenimiento de la Isla del Rey, hace que las mañanas de los domingos sean de lo más interesante para cualquier voluntario o visitante, demostrando una vez más que lo más importante de cualquier tarea son las personas que la realizan.

Creo que los voluntarios aportamos algo a la Isla del Rey, pero también que la Isla del Rey nos aporta mucho más a cada uno de nosotros.


Antonio Martínez Pons

Voluntario