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Ciertamente, la actividad heterogénea y al mismo tiempo comedida de los voluntarios da lugar a situaciones sorprendentes. De pronto, un voluntario aparece con la maqueta de un velero, en principio antiguo, movido por la idea de donarlo a la sala dedicada a las emigraciones menorquinas. La donación tiene lugar durante el picoteo, habitual al final de la sesión de cada domingo. La sala, en ese momento --hace tal vez cinco, seis años, se halla no solo en sus comienzos sino que además deberá ser trasladada al primer piso del antiguo hospital. La maqueta queda pues a la espera de futuros acontecimientos.

Y su momento llega cuando, realizado ya el traslado y por puro azar, quien esto escribe ha trabado conocimiento con un veterano maquetista con taller en nuestro querido puerto. Pedirle asesoramiento es comprensible y hasta recomendable, tanto, que la cosa adquiere una cierta intriga al estar claro que la maqueta no se ajusta a ningún tipo de navío documentado. Un vislumbre de esperanza se abre cuando, dadas las proporciones de eslora y manga y algún otro detalle, puede considerarse como inspirada en un velero rápido, algo así como un clipper, del siglo XIX. En ese momento la maqueta ha sido ya reacondicionada y dotada de nueva jarcia y nuevo velamen.

Por fortuna, el siglo XIX americano con la famosa Guerra Civil (1861-1865) se trata también en la sala, y por supuesto en relación con la expedición de los menorquines, a bordo de las fragatas fletadas con este fin, hacia Florida en el siglo XVIII. Asociar la maqueta a esa peripecia queda fuera de lugar si se trata de una embarcación del siglo XIX, pero dado que descendientes de aquellos emigrantes, ciudadanos entonces ya americanos, y floridanos, integrados en la Confederación de Estados del Sur, tomaron parte en aquella guerra, ahí es donde la maqueta encuentra su lugar. Digamos además que envuelta en unos sucesos increíbles y poco conocidos de dicha guerra.

De modo que, con la inestimable colaboración de esforzados voluntarios, la maqueta ha encontrado una dignísima ubicación en una vitrina ad hoc, donde puede ser admirada, examinada y, por supuesto, comentada en todos los sentidos. Esto es lo que esperamos que suceda, como ya está sucediendo, con la promesa de que los demás detalles que nuestros lectores quieran aclarar, lo pueden ser in situ. Ánimos pues y a por ello, quedan todos invitados.

Oscar Sbert Lozano

Voluntario