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El trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH) es la alteración del comportamiento más común en la infancia, y que según leemos, va aumentando su prevalencia, del tal modo que en la actualidad podría considerarse que tendría tintes epidémicos. Las causas son variadas y tienen que ver con el comportamiento de nuestra sociedad occidental actual.

Su diagnóstico se ha puesto de moda y no puede descartarse en este sentido un cierto sobrediagnóstico a instancias de padres con escasa tolerancia y paciencia con sus hijos pequeños,    pues se catalogan bajo este trastorno a niños inquietos, movidos, despistados y que no son capaces de concentrarse en las tareas de la escuela por diversas causas... lo que hace que cada vez se medique más nuestros hijos. Dicho sea de paso, quien les está escribiendo este comentario es probable que de haber nacido en    la actualidad hubiera sido catalogado de TDAH, y ya ven llegué a ser médico sin tomar medicamentos.

En el 2018 el 69% de los niños diagnosticados de esta alteración fueron tratados de su comportamiento hiperactivo e impulsivo con terapia farmacológica en EEUU.

En la actualidad lo que debería ser el    tratamiento exclusivo (opinión de este médico) del fracaso escolar de niños con atención dispersa se ha pasado al tratamiento de la personalidad de éste como si tuviera una enfermedad y con fármacos estimulantes del tipo metilfenidato    a dosis diarias y en formas retard. Un tratamiento de la atención y de la hiperactividad que se prolonga en la adolescencia e incluso en la edad adulta. Así, los adolescentes con esta medicación se doblaron (53%) en EEUU entre el 2008-12 de tal modo que en dicho período 1 de cada 10 adolescentes ingerían medicación para este trastorno.

Una medicalización de los niños/adolescentes que pudiera tal vez tener consecuencias a largo plazo, pues al tratarse de estimulantes pudieran tener efectos sobre el sueño, el apetito, la personalidad, e incluso producir arritmias… y la posibilidad de adicción a los estimulantes a estas edades.

Sin embargo una revisión sistemática de Storebø OJ et al de la Cochrane Database Syst Rev 2015 que estudió los beneficios y daños del metilfenidato (el fármaco más frecuentemente utilizado) en los niños y adolescentes con TDAH y sobre toda la información publicada hasta el 2015; en total 38 ensayos clínicos aleatorizados (5.111 niños/adolescentes) y 147 ensayos clínicos trasversales (7.134), mostró como el metilfenidato mejora los síntomas relacionados con el aprendizaje, pero no se encontraron evidencias de que este fármaco se asociara a un incremento de efectos adversos graves (amenaza vital, arritmias...), aunque se destacaron algunos efectos adversos leves, relacionados con el sueño y con la falta de apetito. Y lo que se encontró también, utilizando el Child Health Questionnaire (0-100 puntos), es que el metilfenidato podría mejorar la calidad de vida referida por los padres. Algo también importante.

Con lo que quedó claro que este fármaco no produce efectos secundarios graves en los niños que amenacen su vida    pero sí algunos leves.

Sin embargo quedaban por contestar algunas cuestiones no menos importantes sobre si estos fármacos son capaces de producir efectos secundarios a largo plazo; sobre todo como influyen en la personalidad del adolescente y si su consumo crónico incide en el aumento de consumo de estimulantes a largo plazo u en otras adicciones al crear una sensibilización neurobiológica y conductual a otras drogas; o, si por el contrario, al controlar la impulsivilidad los redujeran; algo que un metaanálisis de Humphreys KL et al ( JAMA Psychiatry. 2013) no lo demostró; aunque otros al efecto han sugerido una asociación protectora contra el tabaquismo o en del consumo de sustancias adictivas (Chang Z et al, Psychiatry. 2019). Con todo, los resultados no quedaban claros. De ahí este estudio reciente que comentamos.

El Multimodal Treatment Study of ADHD (MTA) es un estudio longitudinal prospectivo realizado en múltiples lugares de EEUU por Molina et al y publicado recientemente, en los que se trataba el    TDAH en la infancia con el fin de estudiar la asociación entre este tratamiento con el consumo de sustancias en la adolescencia y la edad adulta temprana.

Se reclutaron a niños de entre 7-9 años con    TDAH captados entre 1994 y 1996 de 6 lugares de EEUU y Canadá aletorizados en cuatro grupos; con manejo mediante medicamentos; con terapia conductual exclusivamente; combinación de ambas terapias; o atención comunitaria habitual. Se les evaluó al inicio a los 3 y 9, y 14 meses, y seguidos a los 2, 3, 6, 8, 10, 12, 14, hasta 16 años después del inicio, siendo la edad media de 25 años.

Los datos sobre el consumo de sustancias se recabaron al menos una vez a los 12, 14, 16 años tras el inicio, ya en la edad adulta precoz. El análisis de los datos se realizó entre el 2018 y el 2023 y los resultados se han publicado este mes en JAMA Psychiatry.

En los 579 niños de 8,5 (±0,8) años, 80%    varones, seguidos una media de 16 años no pudo demostrarse que la utilización de estimulantes en la infancia se asociara con un aumento en la utilización de sustancias adictivas con la edad. Ni que más años de tratamiento estimulante, continuo o interrumpido se asociara con mayor abuso de sustancias en la adultez temprana.

No hubo evidencias de que el tratamiento farmacológico del TDAH aumentara el consumo de alcohol (21% semanal), marihuana (29,6% semanal), tabaco (36,5% diariamente), u otras sustancias de abuso (6%), pero tampoco que previniera su consumo en la edad adulta.

No son malas noticias para estos niños y sus familias.