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Sobre la enfermedad de Parkinson hemos hablado en diversas ocasiones y últimamente sobre la posible causa tóxico-ambiental de la misma («Es Diari» 26-04-2023: 30) habida cuenta que esta enfermedad se está manifestando cada vez con más frecuencia y en edades más jóvenes.
Comentamos como se trata de una enfermedad neurológica degenerativa que se presenta con temblores en las extremidades superiores, lentitud en los movimientos, rigidez, y alteraciones del equilibrio.

Dentro de las modificaciones de los estilos de vida que puede realizar el paciente para retrasar su evolución hablamos del ejercicio físico («Es Diari» 04-02-2022:32), fuera de resistencia, de fuerza, de flexibilidad,... y que los ejercicios de resistencia producirían más efectos neuromusculares que otros tipos ejercicios. Si bien, el tai chi que destacaba con buenos resultados, además reducía el riesgo de caídas. Dejando claro que realizar una actividad física de al menos 4 horas de ejercicio a la semana (durante 5 años), mejora el equilibrio, la marcha, el pensamiento,... del paciente con enfermedad de Parkinson, con diferencias según el tipo ejercicio físico.

Pero también influye en la evolución de la enfermedad lo que se ingiere, los tóxicos (alcohol, tabaco) («Es Diari» 29-08-2022), ciertos antioxidantes, el café, los vegetales (pimientos...), o el tipo de dieta, los probióticos o prebióticos que influyen en la flora intestinal; la microbiota, que es de la que hablaremos hoy.

En ocasiones hemos hablado de la relación entre la flora intestinal y la función cerebral, en la infancia, en la depresión (Diari 22-03-2017) o en la enfermedad de Alhzeimer, pero creo que no en la enfermedad de Parkinson.

Hace unos años Sampson TR et al publicaron en Cell. (2016) los resultados de unos estudios realizados en modelos de ratones modificados que sobreexpresaban las proteínas -sinucleinas (αSyn) (más proclives a presentar alteraciones motoras como los de la enfermedad de Parkinson) que se utilizaron para estudiar si la modificación de la microbiota intestinal de éstos se relacionaba con los déficits motores. Observaron como al administrar antibióticos (destrucción de la flora) mejoraba los resultados al tiempo que la recolonización microbiana de los mismos activaba la sintomatología.

Esto sugirió a los investigadores que existía una señalización entre la flora intestinal y el cerebro que afectaría a esta enfermedad. Que la alimentación con de ciertos metabolitos microbianos a ratones libres de flora provocaba la neuroinflamación y los síntomas motores. Y que la microbiota intestinal por tanto pudiera ser un factor de riesgo de enfermedad de Parkinson.

He rememorado este estudio de Sampson TR et al, que había comentado en mi blog hace años, cuando he leído, en un estudio actual que existirían algunas bacterias en nuestros intestinos que sería capaces de causar una agregación de las las proteínas -sinucleinas (αSyn) que, como hemos visto en ratones, serían determinante en la enfermedad de Parkinson pues se acumulan en forma de cuerpos de Lewy o de neuritas de Lewy en el cerebro (características de esta enfermedad).

Así el estudio publicado recientemente por Vy A. Huynh et al (Front. Cell. Infect. Microbiol 2023) identifica a la cepa de sulfovibrio mucho más prevalente en los intestinos de los enfermos de Parkinson y más abundante en aquellos con formas graves; unas bacterias con demostrada capacidad de agregar lasαSyn. Es un estudio muy inicial con pocos enfermos como para generar recomendaciones clínicas, pero es significativo del problema.
Al mismo tiempo estos días y abundando en el tema de la microbiota y la enfermedad de Parkinson, he leído una una comunicación presentada al International Congress of Parkinson's Disease and Movement Disorders (MDS) 2023 y recogida por Medscape Medical News, sobre un pequeño ensayo clínico aleatorizado frente a placebo de 74 pacientes con enfermedad de Parkinson y estreñimiento, aleatorizados a ingerir probióticos para esta condición o placebo, durante 3 meses.

El probiótico utilizado incluía cepas de lacticaseibacillus rhamnosus, de enterococcus faecium, de lactobacillus acidophilus, y de lactiplantibacillus plantarum en una formulación líquida (Symprove).
El primer objetivo fue objetivar el cambio de la microbiota a las 3 semanas; que se consiguió y dentro de ellas el incremento de bacterias beneficiosas para la salud como las odoribacteraceae,...

Unas bacterias que al producir ácidos grasos de cadena corta son beneficiosas en la enfermedad de Parkinson y que en general están reducidas en los pacientes con esta enfermedad.

El objetivo secundario fue determinar los cambios en los síntomas motores y no motores.

Destacan que los probióticos mejoraron significativamente el «tiempo de inicio» con el fármaco clásico en el tratamiento de esta enfermedad, la levodopa y sobre todo una mejoría en la puntuación de la escala de síntomas no motores la «Non-Motor Symptoms Scale (NMSS)» a costa de mejorías en la fatiga, sueño, y los problemas gastrointestinales.

Se sabe que las cepas de lactobacilus utilizadas en el tratamiento del estreñimiento mejoran estos síntomas de manera significativa, lo que estaba aún por estudiar eran sus efectos en la enfermedad de Parkinson.

Estos resultados no son muy espectaculares (tal vez las cepas utilizadas para el estreñimiento, no sean las más idóneas) pues la mejoría no queda clara que se deba por efecto directo de éstas bacterias sobre el sistema nervioso o por la mejoría del estreñimiento y aumento de la absorción de la levodopa. Con todo, en mi opinión, es un paso en la buena dirección.