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Dorothy Gallagher (Nueva York, 1935) comienza la primera pieza de Extraños en la casa con el encuentro casual con un amigo que le comenta que un psicoterapeuta que ambos conocían había muerto hace cinco años. A partir de esta conversación la autora rememora su vínculo con el psicólogo al que su madre le mandó ir en los años 70 cuando era una chica de diecinueve años “hecha un lío, deprimida y promiscua a su pesar”.

En otros relatos, ahonda en sus experiencias juveniles con los hombres en una época de despertar sexual en la que para las mujeres “lo más fácil era decir sí”.

“Un ‘no’ -escribe- se consideraba de mala educación. Un ‘no’ se interpretaría como algo personal”. Pasado el tiempo se arrepiente de esta actitud complaciente. “¡Menuda imbécil! Demasiado transigente con el macho arrogante”, afirma.

Extraños en la casa es de alguna manera una continuación de “De cómo recibí mi herencia” en el que Gallagher rememoraba la historia de su familia, judíos norteamericanos de origen ucraniano y que se aferraban a su ideología comunista contra viento y marea.

En este segundo libro de memorias nos encontramos también con algunos episodios vinculados a sus orígenes europeos, en especial el último en el que cuenta las penalidades de una parte de la familia que no emigró y permaneció en Ucrania o en Rusia y la curiosa suerte de una prima segunda en Moscú.

La mayor parte de la obra se centra, no obstante, en sus relaciones con distintos amantes y maridos, su trabajo como escritora en revistas femeninas e historias sucedidas en algunos pisos en los que la autora residió. En el relato que da título al libro se cuentan los problemas que tuvo con algunas personas encargadas de cuidar a su marido, un editor afectado por una esclerosis múltiple.

Una de las crónicas se centra en un embarullado caso de homicidio que vivió siendo miembro de un jurado popular. Otro episodio del que escribe Gallagher es el de una misteriosa mujer desaparecida.

Lo más interesante de la mayoría de los diez relatos de no ficción contenidos en el libro es el modo directo, crudo, en ocasiones, y la franqueza con la que la autora nos habla de sus experiencias. Como dice el novelista James Salter, “Gallagher tiene el poder de seducción de alguien a quien has conocido por accidente y que, como si te hipnotizara, te cuenta absolutamente todo”.

Extraños en la casa

Dorothy Gallagher

Traducción de Regina López Muñoz

Editorial Muñeca Infinita

187 páginas