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Escrito hace más de ochenta años, Escoria de la tierra conserva su fuerza narrativa y la potente denuncia del trato degradante que se daba y se da a los refugiados. Se trata del crudo testimonio periodístico del escritor húngaro Arthur Koestler sobre su experiencia en centros de reclusión franceses poco antes de que el país fuera ocupado por los nazis.

Además de narrar al detalle los hechos, Koestler los analiza y deja el testimonio de como un estado democrático se convirtió en una máquina totalitaria antes incluso de que Hitler pusiera su bota sobre el país.

Nacido en Budapest en 1905, de familia judía, el autor fue en su juventud un destacado propagandista comunista, pero abandonó el partido desencantado por las purgas de Stalin y dedicó parte de su obra posterior a denunciar los horrores del totalitarismo, sin dejar de ser un activo militante antifascista.

Después de ser testigo de los horrores de la Guerra Civil española, donde estuvo a punto de ser fusilado por los franquistas, viajó al sur de Francia, en el verano de 1939, con una compañera inglesa creyendo que allí encontrarían un lugar tranquilo dentro del convulso panorama europeo de la época. A punto de cumplir 35 años su denso y azaroso itinerario vital le había llevado a reunir todas las condiciones de las víctimas del poder nazi: judío, refugiado político, apátrida, periodista crítico, antiguo comunista y activo militante de izquierda. La Historia salió otra vez a su paso sin que él pudiera evitarlo.

Las autoridades francesas detuvieran a Koestler y al igual que a otros muchos le encerraron en varios campos de concentración. Allí fue testigo de la caída de Francia, primero por la complicidad de sus dirigentes y la pérdida de valores de la sociedad y después por el avance del ejército alemán, unida a la vergonzosa claudicación militar.

Hablando de aquella vergonzosa y difícil etapa histórica, Koestler escribe antes de que se conociera la existencia de las cámaras de gas: “en aquellos días, el continente europeo había alcanzado ya una fase en la que a un hombre se le podía decir sin ironía que debía dar las gracias porque se lo fusilara, en lugar de estrangularlo, decapitarlo o matarlo a palos”.

La primera edición en España de Escoria de la tierra (en español solo había una edición argentina de 1943, reimpresa en 1951) se complementa con un epílogo del ensayista Sergio Campos Cacho en el que advierte que la lectura del libro “resulta ser un talismán contra las admoniciones ignoradas, las señales desatendidas, contra nuestra lasitud a la hora de defender la libertad que hoy, como fue antes y será siempre, ha de lanzarse de nuevo al ataque”.

Escoria de la tierra

Arthur Koestler

Traducción de Román A. Jiménez y Verónica Puertollano

Editorial Ladera Norte

294 páginas