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La reciente noticia del «aumento» de los chinches (Cimex lectularius), primero en Francia y luego en diversos países, el nuestro incluido, me ha instado a escribir este artículo. Y es que es un tema que me atrae.

Así, a nivel personal les informo que mi decisión de realizar la carrera de Medicina en el 1975 se debió, al margen del consejo paterno, a que el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1973, se concediera a Karl Ritter von Frisch, conocido por sus estudios sobre la danza de las abejas, junto a Konrad Lorenz, y a Nikolaas Tinbergen. Todos ellos  fundadores de la etología moderna, del estudio del comportamiento animal.

En mi errónea interpretación de la realidad de entonces, pues pensaba que una vez siendo médico podría llegar dedicarme, si se diera el caso de no gustarme la medicina, a estudiar el comportamiento de las abejas (es un decir), algo que en nuestro país donde la ciencia biológica, las especialidades (y digo médicas, que son las que conozco) son compartimentos estancos, y en donde el corporativismo es la regla, era y es, algo imposible.

Y es que entonces mi interés iba en orden de importancia, de los insectos (desde mi infancia), a las aves (mi afiliación entonces al recién creado GOB de Menorca), a los humanos (tradición familiar). Al final me quedé con estos últimos, pero no abandoné mi interés por aquellos, ayudado por una antigua cámara réflex Zeiss Ikon de segunda mano que con lentes de aproximación me había regalado mi padre (fotógrafo) por aquel entonces.

Y dicho esto, de la observación de estos pequeños animales durante estos 50 años me he dado cuenta de su declive progresivo (mariposas- esfíngidos, licénidos...-, escarabajos...,) en la naturaleza de Menorca, una pena; y en los últimos 10 años por mi profesión de médico del cambio en casos e incremento de patologías producidas artrópodos (concepto más amplio que insectos) de parásitos (sarna) o vehículos de enfermedades infecciosas (mosquitos) para el ser humano; al margen de aquellos como sensibilizadores de alergias (ácaros).

Y a su vez dicha noticia del aumento (¿?), o de la consciencia en la existencia, de los chinches    me ha rememorado anécdotas de algún familiar ya fallecido sobre las consecuencias de ir a determinados cines de Mahón en los años 50 (prurito intenso en las piernas a la salida) o de dormir en ciertas literas haciendo en mi caso el servicio militar. Y es que los chinches, como los piojos, los ácaros de la sarna, las pulgas, y en menor medida las garrapatas, nos retrotraen a épocas históricas de pobreza y falta de higiene que,    sorprendentemente, desde alrededor de 10 años han vuelto a surgir con fuerza. Las causas son variadas y tienen que ver con el estilo de vida de ciudadano occidental actual, buen ejemplo fue la rápida extensión de la epidemia de la covid-19.

Y es que estos artrópodos, vehículos de enfermedades, en ocasiones son los de siempre, pero no transmiten la enfermedad por falta de reservorio -del individuo enfermo- (anópheles y el paludismo actualmente en Menorca, por ejemplo), o son especies nuevas invasoras (el famoso mosquito tigre en la transmisión del dengue, zika, fiebre amarilla...) que tampoco, por falta de reservorio (personas enfermas a las que picar) producen epidemias aún. Y es que una epidemia precisa de ambos, del vector (artrópodo) y del reservorio (individuo portador, enfermo o no). Tanto uno como otro están alterados en la actualidad por nuestro estilo de vida por lo que el riesgo siempre está presente.

Recuerdo al iniciar mi labor asistencial en Es Castell, allá por los 80, un diagnóstico que distinguía a un médico que ejercía en Menorca de un recién llegado era el de diagnosticar una erupción específica con fiebre que se manifestaba en verano, la conocida por fiebre botonosa mediterránea trasmitida por una garrapata (Rhipicephalous sanguineus); la garrapata sigue en nuestro entorno, y pica, pero personalmente no veo casos (aunque debe haberlos esporádicamente) de esta enfermedad desde hace décadas. Esta garrapata a su vez podría transmitir enfermedades del otras latitudes si se diera el caso del contacto con personas portadoras como la de la enfermedad de Lyme y la fiebre de Crimea Congo... por aquello de los viajes.

Sin embargo, existen en sentido contrario reservorios de enfermedades tropicales que no tienen vehículo de transmisión, por ejemplo la enfermedad de Chagas y un chinche específico de hispanoamérica (Bolivia, Brasil...) la vinchuca (Triatoma infestans, Rhodnius prolixus...), que no es el que tenemos aquí, pero que de invadirnos podría empezar a producir problemas, pues encontramos personas procedentes de allá (hasta en un 20% de los procedentes de Bolivia, se nos comentó en la última sesión clínica del Centro de Salud de Verge del Toro) que han tenido contacto con el tripanosoma causa de la enfermedad.

Con todo, nuestro chinche es un poco como las pulgas, pican, molestan y poco más, aunque siempre por este mecanismo pudieran transmitir remotamente (casi imposible) otro tipo de enfermedades no específicas del mismo (hepatitis...).