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Sobre el ejercicio físico hemos hablado en múltiples ocasiones; explicamos, cuándo, cómo y de qué manera es más efectivo en la prevención de las enfermedades cardiovasculares, la mortalidad o la enfermedad mental (depresión, demencia..).

Comentamos estudios como de O’Donovan G et al (JAMA Intern Med. 2017) o deShaan Khurshid et al (JAMA 2023) sobre si practicar un ejercicio diario o varios días, frente a realizarlo solo una o dos sesiones a la semana repercute de diferente manera en la prevención de la enfermedad cardiovascular, de muerte por cualquier causa, por causa cardiovascular o por el cáncer. (Es Diari 01-09-2023); concluyendo que da un poco lo mismo con tal de dedicar al menos 150 minutos de actividad física moderada o intensa a la  semana y no influyendo la distribución de la misma, tal como indican las recomendaciones de la Organizacion Mundial de la salud (OMS) o de la  American Heart Association (AHA).

Sin embargo, no es exactamente lo mismo el ejercicio físico que la actividad física (AF); en un caso implica la actividad que se realiza en el tiempo libre, y en el otro a toda la actividad diaria, sea laboral, social...    En este aspecto es conocida la    relación entre la AF y la morbimortalidad cardiovascular y mental (prevención de la demencia, depresión).

SE HA ESTUDIADO, POR EJEMPLO, el tiempo que se está en estado sedente en ciertas profesiones y ciertos resultados de salud; un ejemplo histórico es cuando en el 1953 J N Morris et al comunicaran como la angina de pecho era más frecuente entre los conductores de autobús que entre los trabajadores de otras profesiones; o ciertos metaanálisis como el    de Ekelund U et al (2016) sobre 16 estudios (1.005.791 individuos) comparando individuos que estaba sentados menos de 4 horas al día frente a los que más, que mostrara como las tasas de muerte por cualquier causa fueron entre un 12-59% mayores entre los grupos de menor actividad.

A nivel general en la AF no hay mucho, pero un estudio en mujeres que evaluó de manera prospectiva la AF ligera (o sea, actividades del hogar diarias, jardineria, limpieza,…) sobre el riesgo de mortalidad cardiovascular y coronaria en 5.861 de mujeres mayores (edad media 78, 5 años) durante 4,9 años, según la AF fuera moderada o intensa (LaCroix AZ et al, JAMA Netw Open. 2019) demostrando como aquellas que más AF ligera realizaban tenían un 42% menor riesgo de infarto agudo de miocardio,    o de muerte coronaria.

Sin embargo, no siempre más AF mejora la enfermedad cardiovascular, uno de los    motivos de este comentario, pues un estudio reciente de Tyler Quinn et al del National Institute for Occupational Safety de EEUU mostro como la probabilidad de enfermedad cardiovascular aumentaba cuando la AF (en este caso solo actividad ocupacional) era alta (estar de pie y caminar continuamente en el trabajo) frente a los que no, en ciertas poblaciones socioeconómicas y raciales/étnicas de dicho país, lo que se le han dado en denominar como la «paradoja de la actividad física».

¿Pero esta «paradoja de la actividad física» se mantiene cuando ésta se relaciona con la mejora del deterioro cognitivo? Pues es conocido que en las personas mayores el procesado del pensamiento, la velocidad de la atención.. mejoran con la AF    lo que evitaría o retrasaría la demencia, la enfermedad de Alzheimer (Gomes-Osman J et al, 2018).

A nivel general un subestudio del    Northern Manhattan Study (NOMAS) publicado por Willey J et al y Gardener H et al    demostraron como la intensidad del ejercicio físico realizado al aire libre protegía de factores específicos de la evolución cognitiva a la demencia. Y también de la misma manera un metaanálisis de Gomes-Osman J et al (Neurol Clin Pract) sobre 98 estudios demostró una mejoría en la cognición que se mantenían de una manera consistente y estable cuando se realizaban al menos 2 horas ejercicio por semana durante 6 meses. Pero se trataba de ejercicio físico no de AF ocupacional.

Así, recientemente Ekaterina Zotcheva et al han publicado en The Lancet Regional Health los resultados extraídos de 7.005 ciudadanos noruegos seguidos desde los 33 a los 65 años a los que se les evaluó su AF y el riesgo posterior de presentar enfermedad cognitiva mínima y/o demencia más allá de los 70 años. Se analizaron más de 300 profesiones con distintas AF que incluían actividades de todos los miembros, manuales, de desplazamiento, de carga de materiales.. que fueron distribuidos en 4 grupos durante los 44 años que duró el estudio: AF estable baja, AF incrementada y luego reducida, AF estable intermedia y AF estable alta.

Al final del tiempo estudiado 902 individuos tuvieron demencia y 2.407 enfermedad cognitiva mínima a partir de los 70 años, resultando que aquellos con puntuaciones más altas de AF ocupacional en la última parte de su vida laboral tuvieron hasta un 15,5% mayor riesgo de ambas enfermedades mentales frente a un 9% de aquellos con menos AF.

Todo ello demuestra que es distinta la repercusión a nivel físico y mental de la actividad física que se realiza en el tiempo libre (ejercicio físico) que aquella que se realiza en el puesto de trabajo. Es de suponer que la presión, el estrés, la sobrecarga física del entorno laboral bloquean e incluso empeoran los posibles efectos beneficiosos del ejercicio físico realizado.