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La Estación de Investigación Jaume Ferrer completa el décimo año de registro continuo de la temperatura del mar a distintas profundidades en las dos Reservas Marinas de la Isla.

El cambio climático es un problema global que afecta a todas las regiones del planeta. No obstante, algunas de estas regiones pueden verse afectadas de manera más severa que otras, como es el caso de la cuenca mediterránea. Informes recientes apuntan a que el Mediterráneo, al ser un mar semicerrado, podría estar calentándose hasta un 20% más rápido que la media mundial. El calentamiento global representa, por tanto, una amenaza más para este mar que ya está experimentando un deterioro importante debido a fuertes presiones antropogénicas, como la sobrepesca, la destrucción de los hábitats marinos o la contaminación.

Entre los efectos relacionados con la «tropicalización» del Mediterráneo se encuentran, por ejemplo, el incremento en la frecuencia e intensidad de las olas extremas de calor, generalmente relacionadas con mortalidades masivas de diversos organismos marinos, los cambios en la distribución, crecimiento y patrones reproductivos de las especies autóctonas o la aparición de nuevas especies exóticas, mejor adaptadas a climas cálidos y que podrían llegar a desplazar a las especies locales. Estos efectos suponen una transformación de los ecosistemas marinos tal y como los conocemos hoy en día.

Por su situación geográfica, el Mar Balear constituye un magnífico caso de estudio sobre los efectos del cambio climático en los ecosistemas de la cuenca mediterránea occidental. Actualmente, las Islas Baleares participan en la red internacional T-MedNet (www.t-mednet.org) con cinco estaciones de recogida de datos: una en Ibiza, dos en Cabrera y dos en Menorca. Esta red integra los registros de temperatura a diferentes profundidades de más de 70 localidades repartidas a lo largo de todo el Mediterráneo y facilita el intercambio y el análisis de los datos entre la comunidad científica. La colaboración internacional en este ámbito resulta fundamental, ya que permite contrastar los registros de temperatura a diferentes escalas espaciales.

Desde 2014, la monitorización de las dos estaciones de Menorca forma parte de un programa de seguimiento de la Estación de Investigación Jaume Ferrer, encargada de realizar el mantenimiento de los sensores de temperatura y la descarga y actualización de los datos recogidos. Los sensores, programados para registrar un dato de temperatura cada hora, se encuentran fondeados a intervalos de cinco metros desde la superficie hasta la cota de 25 metros de profundidad en Illa de l’Aire y de 40 metros en Illa de Porros. Ambas localidades son actualmente reservas marinas que cuentan con una gestión dirigida a minimizar otros factores de impacto sobre los ecosistemas marinos, por lo que resultan idóneas para evaluar los efectos del cambio climático evitando las posibles sinergias que podrían producir dichos factores. Asimismo, las dos áreas marinas protegidas son objeto de diversos estudios científicos, que se ven beneficiados al contar con un registro de temperatura de alta resolución que facilita poder identificar las posibles causas de los cambios ecológicos observados.

Los datos de temperatura registrados durante los últimos diez años en ambas localidades de Menorca son de acceso abierto en el Visor de la Base de Datos de la Estación Jaume Ferrer (www.ba.ieo.es/eijf) y en la página web de T-MedNet. Este registro de temperatura de toda la columna de agua permite describir las características base del entorno marino de la isla (temperaturas máximas y mínimas, diferencias térmicas en profundidad, estratificación de la columna de agua en los meses de verano, variabilidad interanual de la capa de mezcla, etc.), así como detectar anomalías térmicas en determinados años.

Un ejemplo de estas anomalías son las sufridas en las aguas costeras menorquinas durante los veranos de los dos últimos años. En 2022 se registraron temperaturas máximas que superaron los 29°C desde superficie hasta la cota de 20 metros. Además, la temperatura promedio se mantuvo por encima de los 27°C durante más de 50 días del año en estos primeros 20 metros de la columna de agua, y hasta 70 días en la capa más superficial. La anomalía sufrida en 2023 no fue tan severa como la del año anterior, aunque igualmente se alcanzaron valores máximos superiores a 29°C en los primeros 10 metros de profundidad y se mantuvieron temperaturas medias por encima de los 27°C durante más de 40 días del año.

Este límite de temperatura de 27°C está considerado como un umbral fisiológico crítico para la supervivencia de determinados organismos marinos, principalmente especies sésiles que viven fijas al sustrato como corales, gorgonias, esponjas, moluscos, algas o briozoos. Aquellos años en los que se supera dicho umbral durante periodos prolongados suelen ir asociados a eventos de mortalidad masiva de muchas de estas especies, como los que ya se han observado con anterioridad en diferentes puntos del Mediterráneo occidental.

El monitoreo de las variables ambientales es, por tanto, una herramienta muy útil a la hora de evaluar el estado de conservación de los ecosistemas marinos y las condiciones a las que se han adaptado, explicar algunos de los cambios detectados y modelizar los escenarios futuros de cambio climático. De hecho, el seguimiento en continuo de la temperatura se está ampliando a otras variables ambientales, como la intensidad y frecuencia de las corrientes dominantes, mediante la instalación de correntómetros autónomos fondeados a diferentes profundidades. El objetivo es aumentar el conocimiento de las características ambientales y facilitar la interpretación de los resultados observados en los diferentes estudios que se realizan actualmente en las dos reservas marinas de Menorca.

Juancho Movilla.

Técnico de la Estación Jaume Ferrer, Centre Oceanogràfic de Balears (IEO, CSIC)