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Cuando se habla de arrecifes tendemos a imaginarnos los coloridos y espectaculares arrecifes tropicales y, en la mayoría de los casos, desconocemos los que son propios del mar Mediterráneo. Técnicamente se define un arrecife como una estructura sólida formada por organismos vivos que modifican física y ecológicamente el ambiente circundante. Se denominan bioconstrucciones, ya que aumentan de espesor y volumen a lo largo del tiempo como resultado de la acumulación durante varias generaciones de los organismos que las constituyen. Las especies bioconstructoras pueden ser organismos invertebrados (los corales por ejemplo) o algas (rojas del orden Corallinales), pero tienen la característica común de formar estructuras duras como resultado de la deposición de carbonato.

En el mar Mediterráneo, el alga roja Lithophyllum byssoides, presente en el piso mediolitoral, situado a unos centímetros sobre el nivel del mar, forma bioconstrucciones que han sido comúnmente denominadas «trottoir» (término francés para designar una estructura dura que toma la forma de un bordillo o acera) o «cornisa».

Estas cornisas son propias de la cuenca noroccidental del Mediterráneo, caracterizada por sus aguas más frías en comparación con áreas más meridionales, y se distribuyen exclusivamente en zonas de roca con elevada pendiente, fuerte impacto del oleaje y preferiblemente con poca iluminación. Tanto la especie como los arrecifes que forma, son muy abundantes sobre sustrato calcáreo, aunque también puede estar presente en roca granítica o metamórfica. Son ecológicamente importantes porque su superficie porosa ofrece refugio a otros organismos, otorgándole una elevada biodiversidad. Además, el crecimiento lento de los tallos vivos, estimado en 2-3 centímetros/año, hace que estas estructuras tengan una longevidad tan alta que pueden ser consideradas unos monumentos naturales, algunas formaciones han sido datadas aproximadamente en unos 4000 años.

Desde la Estación de Investigación Jaume Ferrer se llevó a cabo un estudio de cartografiado para identificar su distribución en el litoral rocoso de Menorca. Las mayores extensiones de estas bioconstrucciones aparecen en la costa septentrional de la isla, concretamente en los islotes de Addaia, La Mola de Fornells, el Cap de Cavalleria y en los acantilados desde Cala Morell hasta Ciutadella (los resultados se pueden consultar en el visor de la Estación: http://www.ba.ieo.es/eijf/). Aquí los tramos de costa muy elevados, en algunas ocasiones extrapolados, con presencia de grietas y porciones de la costa con muy poca iluminación, unidos a una fuerte exposición al oleaje, ofrecen el hábitat óptimo para la fusión de las poblaciones de la especie y favorecen su cimentación.

En la zona sur, en cambio, el arrecife es menos frecuente y poco desarrollado. Aquí la roca está formada por calcarenitas, unas rocas sedimentarias formadas por la consolidación de arenas calcáreas, que aportan una elevada vulnerabilidad a la acción erosiva del mar.

Si bien en este estudio no se realizó un análisis exhaustivo del estado de conservación de los arrecifes, que hubiera requerido un esfuerzo de muestreo mucho más intensivo del que se llevó a cabo, los resultados obtenidos muestran que los arrecifes de trottoir en Menorca se encuentran en buenas condiciones. A excepción de algunas formaciones de la Mola de Fornells, que presentaban el característico color blanquecino indicador de la muerte de la especie, no se han detectado arrecifes que hayan sufrido una degradación importante por impactos antrópicos o naturales.

Por tratarse de una especie formadora de hábitats que albergan una gran biodiversidad y por su papel como indicador biológico del estado de calidad del agua costera, esta alga está protegida por el convenio de Barcelona y sus arrecifes son un hábitat recogido en la Directiva Hábitat y en el Catálogo Español de Especies Ame­nazadas. Además, los arrecifes constituyen un buen indicador ecológico a medio y largo plazo, incluso a nivel de eras geológicas como «paleomarcador». A nivel geológico, el contenido de carbono orgánico e inorgánico presente en la cornisa de trottoir sirve también como indicador de los cambios del nivel del mar a lo largo de siglos e incluso milenios.

Por último, se considera que las algas Corallinales son fundamentales en el ciclo del carbono y del carbonato en las aguas costeras y templadas, de modo que tendrían importancia en el marco del actual cambio global. De hecho, en un escenario de cambio climático, los arrecifes de trottoir no están exentos de amenazas. Por un lado, la temperatura afecta negativamente a la densidad de calcita presente en las finas paredes celulares, debilitándolas y aumentando la fragilidad de las formaciones. Por otro lado, la subida del nivel del mar probablemente constituya el mayor desafío para su supervivencia.

Los resultados de este trabajo nos proporcionan una imagen general sobre la distribución de estos arrecifes biogénicos a lo largo de toda la costa de Menorca, por lo que constituyen un punto de partida imprescindible para estudios más específicos sobre el conocimiento científico de estas formaciones.

Maria Elena Cefalì

Estació d’Investigació Jaume Ferrer, Centre Oceanogràfic de Balears (IEO)