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Es un tema recurrente que se demanden periódicamente más recursos en nuestro sistema sanitario pues la demanda asistencial supera a los medios necesarios para atenderla. Sin embargo, tal como les comenté a mis compañeros en la penúltima sesión clínica que les di, una cosa es la demanda asistencial, que es la atención a una consulta, a una necesidad del paciente, y otra es la frecuentación, o el número de veces que acude para resolverla, algo que depende del sistema.

Sin embargo, en nuestro país con un sistema público estatalizado y básicamente político donde no existe ninguna cortapisa o impedimento para acceder y consultar, las consultas, la demanda asistencial, diríamos las necesidades, son infinitas, no tienen límite.

Nuestra población está hipersensibilizada por la salud, sea por los medios de comunicación, la administración sanitaria, o por los mismos profesionales de la salud...; y yo diría que se siente desvalida, está un poco hipocondríaca, es un poco pusilánime, y por ello excesivamente dependiente del sistema sanitario, y esto hace que, al no haber control,    la demanda asistencial crezca y crezca;    crezca sin parar, de ahí que sea difícil prever cuántos son los recursos disponibles para atender a una demanda asistencial desbocada. Como les comentaba a mis compañeros, ahora se consultan molestias, antes enfermedades.

Les comentaba como en 15-20 años habiéndose reducido los cupos de pacientes por médico en Atención Primaria (AP) en alrededor mil cartillas de 2.500 a 1.500 cartillas, reducido al mínimo la burocracia de la repetición de recetas y de los partes de incapacidad temporal (de un 50 por ciento de las visitas en aquel entonces a no más de un 5-10 por ciento actual) al mecanizarse con sistema informático, y aumentar las plantillas de médicos de familia (MF), la demanda asistencial, las consultas diarias no se han reducido, más bien han aumentado ¿Qué ha ocurrido?

La sociedad española es dependiente del sistema sanitario, se ha visto comparando la mortalidad no relacionada con la epidemia de la covid-19 en dicho periodo y posterior (de las más altas del mundo occidental, -«Es Diari» 16-12-2021, 04-06-2021), y en resultados de salud, en patologías crónicas en aquel entonces; por ejemplo, en diabetes, que yo conozca, les comparé entre países, entre España y Alemania, por ejemplo, observando las diferencias. Y es que el paciente español no es autónomo, no se considera responsable de su salud. Responsabiliza de su salud a la Administración Sanitaria; si esta falla su salud se resiente. Se siente desamparado.

Si a esto añadimos que el paciente no tiene ningún filtro. Algo que tiene muchos países europeos,    un mínimo coste que no afecte a la equidad de la atención, tipo ticket moderador, copago, franquicia, etcétera, algo que haga que el paciente se auto responsabilice de su salud y con ello solo utilice el sistema cuando sea necesario, un poco en la línea del informe Abril Martorell (1991), el problema está servido. Sin embargo, esto es bueno para nuestros partidos políticos, pues tener un ciudadano dependiente del sistema sanitario, significa un voto cautivo.

Y otro es la frecuentación, un ir y venir, demorando pruebas y visitas hasta alcanzar el resultado en salud, que se debe a una mala organización o mal funcionamiento, que hace que el paciente precise muchos contactos con el sistema para que se le dé una solución. Algo que va, entre otros factores, en utilizar al MF como secretario del especialista (bajas, volantes, recetas, segundas visitas…) sin ningún sentido, errores de la mesogestión que sobrecargan a la AP y menosprecian al paciente.

La otra cara de la moneda es la falta de regulación en el funcionamiento de otros niveles asistenciales, evitar que el paciente se haga dependiente de los profesionales especialistas.

En principio el médico de cabecera, el MF, es la figura central del sistema y el especialista sería el profesional consultor de lo que no puede atender por falta de conocimientos o de recursos, el primero.

Una vez solucionado el proceso debería volver a su MF; este círculo no siempre se cumple, muchas veces de una manera interesada se insta volver al paciente al especialista sin una razón convincente, se le hace dependiente de este, sobrecargando la agenda de estos y haciéndolos inaccesibles para el resto de enfermos.

Por todo ello es difícil simplificar la cuestión de que todo es por falta de especialistas. Por ejemplo, en medicina interna, una cuestión que ha surgido hace escasos días en «Es Diari», gran parte de nuestras demandas urgentes tienen que ver con el hecho de que el MF tenga vetado solicitar resonancias magnéticas (RMN) de tórax y abdomen, una situación parecida que se solucionó hace poco en traumatología y rehabilitación permitiendo realizar RMN de extremidades y de raquis.

Lo que nos lleva al «cuento del barquero», precisar de éste (el especialista),    el barquero, que es el que tiene la barca (prueba diagnóstica), para cruzar el río (hacer el diagnóstico). Y como ejemplo reciente, las declaraciones de un alergólogo el otro día en el Diario de Mallorca (25-03-2024) enmarcadas en la campaña anual para dotar de mayores recursos de alergólogos a nuestra isla, que se manifestó frente a la utilización de los Prick Test (un test cutáneo para determinar a qué se tiene alergia): «hay que saberlo interpretar y los médicos de familia no están capacitados para hacerlo porque no están formados para ello», cuando desde hace años tenemos esta prueba a nuestro alcance y creo que la sabemos interpretar, y que en el caso que no fuera así, no hay problema, que se nos forme; pero ello no es razón para remitir el paciente al especialista. Y es que esta historia viene de antiguo, en mis más de 40 años de ejercicio lo he vivido en las radiografías, las ECG, espirometrías, citologías, INR, cirugía menor, ecografías, TAC, RMN.

Lo frecuente en la salud de la población es específico de AP, del MF, no del especialista.

Por otro lado, y para finalizar, y fijándonos en este ejemplo actual, hay que tener en cuenta que la oferta genera demanda siempre, y sobre todo en sanidad y que en una patología tan prevalente como son las alergias lo importante antes de nada es conocer cuáles son las necesidades reales (en mi experiencia pocas y puntuales), lo que no podemos resolver los MF y el resto de especialistas en este momento, y no dar como argumento cuál es la prevalencia de la misma.

Saber en qué momento se precisa realmente a este especialista, que no ocurra que al final la demanda creada, y que en la actualidad está siendo atendida por    los MF y por otras especialidades y de manera muy correcta, sea Neumología, ORL, Dermatología, Medicina Interna, se trasfiera a este profesional creando listas de espera no conocidas hasta el momento. Algo que ya ha ocurrido en otras ocasiones en situaciones parecidas. Y sobre todo tener en cuenta si existirán recursos médicos para mantener este servicio (especialistas) en una época como la actual de escasez.

Que al final no sea peor el remedio que la enfermedad, pues la demanda asistencial es implacable. Y sobre todo «Promover conciencia de coste en el profesional y en el usuario» (Informe Abril 1991).